Filosofía

El valor de la belleza

Publicado por Ruben Avila

 valor de la bellezaRecordemos que, como establecimos a duras penas en nuestro último post, Aristóteles definió lo bello como aquello que se aprecia por sí mismo y nos reporta placer. Siendo lo primero lo que lo sustenta, mientras que lo segundo es lo que lo diferencia. En realidad, esta es la noción de la belleza que tenían los griegos, aunque el filósofo estagirita supo sistematizarla, aprehendiendo una intuición general en una definición. Nada nuevo, ya hemos asegurado en varias ocasiones que una de las principales virtudes, o cuando menos características, aristotélicas era su capacidad sistematizadora.

Así las cosas, la noción de belleza que defendía Aristóteles, como la del resto de sus coetáneos y predecesores, Platón, sin ir más lejos, era mucho más amplia que la que podamos tener en la actualidad. Es cierto que dentro de sus límites se encuentra la belleza estética, pero también, hay algo más, porque no se limita a hablar de las formas o la experiencia, sino que focaliza su atención en el valor y en el placer, lo que amplia considerablemente su campo de acción.

Lo bello, lo bueno y lo agradable

Si analizamos la definición aristotélica, o por lo menos lo que nos ha quedado tras quitarle el musgo y la paja, descubrimos que para que un objeto sea bello debe ser, también, valioso por sí mismo (bueno) y que nos dé placer (agradable). Por lo que lo bueno que no nos dé placer ni lo agradable que no sea valioso por sí mismo podrá ser considerado bello. No existe una correspondencia absoluta, como sí existía en su maestro.

Para Platón, por refrescarnos la memoria, la belleza, el bien y la verdad estaban intrincadamente unidos. Si un objeto o una persona tenían una de las tres virtudes, debía tener las otras dos o, entonces, no poseería ninguna.

Por su parte, lo que asegura Aristóteles es que existe cierta separación entre los criterios evaluativos de la belleza. Si bien es cierto que no se puede dar sin lo bueno y lo agradable, éstos sí que los podemos encontrar aisladamente, sin ninguna referencia a la belleza, ni entre sí. Un objeto puede ser agradable o bueno, es decir, lo podemos considerar como tal, sin necesidad de considerarlo bello, pero no por ello invalidando su característica (nos da placer o es valioso por sí mismo).

Lo útil

Tampoco consideraba Aristóteles que la belleza tuviera relación con la utilidad, ya que mientras que la primera tiene un valor intrínseco, la segunda se relaciona exclusivamente con el resultado. Así escribió que «e igualmente deben aprender también dibujo… más bien porque hace al hombre capaz de contemplar la belleza de los cuerpos, y el buscar en todas partes la utilidad de ningún modo es propio de los hombres magnánimos y libres».

Lo útil es aquello que nos resulta beneficioso como medio para lograr otro objetivo, lo cual no tiene nada que ver con lo bello.

De hecho, Aristóteles diferenció entre los actos útiles, aquellos que buscan la utilidad, y los bellos, aquellos que buscan la belleza. Al final, «es necesario que la belleza, y no la bestialidad, sea la protagonista».

Aristóteles también se refirió a la belleza en términos de proporción y orden. Para él, la belleza no es simplemente una cuestión de percepción sensorial, sino que también implica un sentido de equilibrio y armonía. Esta idea se refleja en su famosa afirmación de que «la belleza es la unidad de las partes en un todo ordenado». Esta noción de belleza como orden y proporción también se refleja en su concepción de la ética, donde la virtud es vista como un medio entre los extremos de exceso y deficiencia.

Además, Aristóteles consideraba que la belleza no es un atributo inherente a las cosas mismas, sino que surge de la relación entre el sujeto que percibe y el objeto percibido. En otras palabras, la belleza es en gran medida una cuestión de interpretación y percepción personal. Esta idea es fundamental para entender su enfoque de la estética, que se centra en la experiencia individual y subjetiva de la belleza.

Por último, es importante destacar que para Aristóteles, la belleza no es un concepto estático, sino que está en constante evolución y cambio. La belleza, en su visión, es un proceso dinámico que se desarrolla y se transforma con el tiempo. Esta concepción de la belleza como un fenómeno fluido y cambiante es una de las contribuciones más significativas de Aristóteles a la filosofía de la estética.

Imagen: microsaigialos.blogspot.com.es