La belleza de las cosas
Según Aristóteles bellos eran tanto los dioses como los hombres, el cuerpo humano y la sociedad, las acciones y las cosas, la naturaleza y el arte… O, naturalmente, entraban dentro del ámbito de la belleza. Es decir, podían ser bellos. Así que no consideraba que el arte fuera un refugio exclusivo para la belleza, el único campo donde la podríamos encontrar, ya que ni tan siquiera lo entendía como el principal, reservando este puesto privilegiado en la naturaleza. Según el pensador griego en la naturaleza cualquier cosa tiene la proporción y el tamaño adecuado, digamos que la naturaleza no yerra. Sin embargo, al ser el arte una obra humana, y al ser el hombre un ser que se equivoca a menudo, no se puede apostar a priori que una obra de arte tenga la proporción y el tamaño adecuados.
La belleza de los objetos
Por otra parte, para el filósofo estagirita los objetos particulares, más que el conjunto, estaban abiertos a la belleza. Por esta razón solía hablar de los cuerpos bellos y no de los paisajes o los bosques. Como conjuntos que son estos últimos la idea de belleza se difumina, o por lo menos esto es lo que pensaba Aristóteles.
Al considerar, como era común entre los griegos, que la belleza dependía principalmente de la proporción y la armonía, es lógico considerar a los cuerpos particulares más propicios a ser bellos que los conjuntos, puesto que en estos últimos es más difícil guardar la proporción y la armonía. Es más fácil controlar una sola escultura que un conjunto de ellas.
Pero esta concepción de la belleza es prácticamente exclusiva de los griegos, puesto que otras grandes civilizaciones, como la de los romanos, que beben de forma directa de los griegos, mostraron una marcada predilección por los paisajes. En esto, por lo menos, no copiaron a sus predecesores.
La belleza cambia
La belleza para Aristóteles no es un ente inamovible que un objeto la tenga para siempre. Al contrario es «diversa, relativa y mudable». Así, la de un hombre será diferente en su juventud, en la edad adulta o cuando sea un anciano. De hecho, no sólo puede variar sino que también puede desaparecer. Claro, que si la belleza depende de la proporción y la armonía, en el momento que cambiar las proporciones, o hay algún “problema” con la armonía, tenemos que rehacer el juicio respecto de la belleza atendiendo a los nuevos cambios.
Lo cual, por otra parte, no implica que la posición de Aristóteles fuera relativista o subjetivista. Al contrario. Primero porque consideraba que la belleza estaba objetivamente en las cosas, independientemente del juicio particular, y segundo, por la misma razón, la belleza no depende del gusto de cada individuo, no es relativa en ese sentido. Sencillamente, por continuar con nuestro ejemplo, cada etapa vital tiene características diferentes que se adecuan de manera distinta al concepto de belleza. De ahí que sea mudable, pero no relativa. «Los productos de las artes tienen su valor en sí mismos; así pues, basta que tengan cierta forma .
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