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La felicidad se vende

Publicado por Malena

Sergio Sinay, en su libro “La felicidad como elección”; pone en tela de juicio la forma en que, en la actualidad, muchos consideran que pueden brindar felicidad a otros.

Denuncia que se usa la palabra felicidad para ganar dinero, vender productos, viajes, poder o para manipular, desvirtuando el verdadero sentido que realmente tiene esa palabra.

Cada vez hay más personas que prometen a otros ayudarlos a ser felices y que al mismo tiempo están creando las condiciones para que sean más infelices, o sea vivir la vida sin ningún sentido propio.

Sinay cree que es necesario poner en evidencia a esta gente que trata de convencer de que existe una fórmula para ser feliz, como la compra de un auto, del último celular, o de una computadora de última generación, o de una casa lujosa.

Todas estas promesas son falsas, incluso pueden hacer a las personas aún más infelices que antes.

Los objetos proporcionan una satisfacción inmediata que luego se transforma en infelicidad, aún más pronunciada que antes.

Hay que aprender a ser felices en nuestros cuerpos, y para serlo, no se necesita ser perfecto, ni tener una sólida cuenta bancaria, ni ser dueño de un negocio exitoso, ni tener varias tarjetas de crédito a disposición para gastar lo que a uno le plazca, porque de millonarios y exitosos que parecían muy felices y se suicidaron, también está lleno el cementerio.

Las condiciones que los vendedores de felicidad aseguran proporcionan felicidad son, poder comprar, conseguir una entrevista con un gurú de moda, pertenecer a una elite que lo tiene todo y estar en la cresta de la ola siempre, sin quedarse atrás en la carrera consumista. O sea que para ser feliz en esta época, el énfasis se pone en los resultados, en lo fugaz e inmediato, en la posibilidad de obtener algo ya, negándole importancia a los procesos y ahorrándose esperas o postergaciones.

De este modo se vive en una cultura que trata de evitar a toda costa los inconvenientes, la incertidumbre y la espera, con la idea de que cualquier demora es una injusticia, de que todo tiene que ser fácil, rápido de digerir, manejable, sin costo ni riesgo alguno.

El esfuerzo es una mala palabra que nadie quiere aceptar, porque la clave ahora es saltearse etapas y llegar primero.

El que promete la felicidad está mintiendo, porque la felicidad viene de adentro.

Es una estafa vender recetas de felicidad, porque cada persona es única y distinta; sin embargo cada día se suma más gente que promete hacer felices a todos de algún modo.

La felicidad no se puede recibir de otro, sin embargo todos caen en la trampa de quienes lucran tratando de hacerlos más felices si siguen sus consejos,

Es difícil sustraerse a la influencia de los embaucadores, porque están entre nosotros nadando en las mismas aguas y de nada sirve aislarse para vivir la verdadera felicidad solo.

Los vendedores de felicidad no sólo engañan a la gente, también empeoran el mundo que es de todos.

Sin embargo, a pesar de lo que digan siempre estos estafadores del alma, la felicidad verdadera es posible; y sentirla es una experiencia suprema y trascendente, que es cuando nos ilumina la luz de nuestros propósitos.

Porque la felicidad verdadera es descubrir el sentido de la propia vida y sentir que el tiempo no pasa cuando lo estamos cumpliendo.

La felicidad no está a la vuelta de la esquina ni es un camino fácil, lleva tiempo, porque impone llegar a conocernos mejor, mientras tanto se puede ser feliz durante el proceso; porque todas las señales falsas nos provocarán desasosiego, insatisfacción y descontento.

Descubrir nuestra propia unicidad en nuestra vida, que es inédita, hará que de pronto nos sorprenda, una sensación de felicidad auténtica.

Fuente: “La felicidad como elección”; Sergio Sinay.