El argumento ontológico
El argumento ontológico es un razonamiento diseñado para demostrar la existencia de Dios. Como tal, el argumento ontológico es bastante débil, en la medida en que toma como punto de partida una definición apriorística de Dios, a partir de la cual se sigue la existencia de Dios. Que el argumento es defectuoso salta a la vista cuando uno intenta explicarlo a alumnos de bachillerato. La inmensa mayoría ve el argumento como defectuoso, aunque no saben decir muy bien por qué lo es. Esto no es exclusivo de los alumnos de instituto, muchos filósofos han visto defectuoso este argumento, aunque en este caso sí que han sabido ver por qué era defectuoso.
El nombre de argumento ontológico se lo puso uno de los filósofos que se mostró más crítico con el mismo, Inmanuel Kant (1724-1804). El argumento, no obstante, es muy anterior a Kant. El primero en proponer una versión de este fue Avicena (966–1037) en El libro de la curación, aunque quienes lo hicieron famoso fueron San Anselmo de Canterbury (1033-1109) en el Proslogion y René Descartes (1596-1650), quien lo esgrimió en El discurso del método y en las Meditaciones metafísicas para demostrar la existencia de Dios y así asegurar la existencia del mundo externo y la fiabilidad de las ideas del mundo externo. Aquí expondremos la versión de San Anselmo y la de Descartes, para después pasar a las críticas de Gaunilo de Marmoutiers (fallecido en 1083) y de Kant.
1. El argumento ontológico de San Anselmo
En segundo capítulo del Proslogion presenta San Anselmo el argumento a simultaneo. Este fue el que más tarde Kant bautizó con el nombre de argumento ontológico. Su objetivo es dar una prueba de la existencia de Dios a modo de contestación al necio que niega su existencia. Se trataría de un argumento deductivo que parte de una definición de Dios como un objeto tal que no puede ser concebido otro superior a él en algún sentido. A partir de aquí, razona de este modo: hay mayor grandeza en la existencia total, es decir, como ser real y como ser del entendimiento que en la mera existencia como ser de la imaginación, es decir, como ser del entendimiento. De aquí extrae la siguiente conclusión: Dios debe existir en la realidad, dado que es el ser de mayor grandeza en el que puedo pensar y en la existencia real hay mayor grandeza que en la mera existencia mental y no puede ser que el ser de mayor grandeza en el que puedo pensar no exista en la realidad, pues entonces no será el ser de mayor grandeza en el que puedo pensar.
2. Descartes y su versión del argumento ontológico
Descartes ofreció varias versiones de este argumento, aunque hay dos especialmente famosas. La primera parte de definir a Dios como al ser necesario. Ser necesario significa ser que no puede no existir. A partir de aquí razona del siguiente modo: dado que concibo de forma clara y distinta que la noción de necesidad está contenida en la idea de Dios y dado que no cabe duda respecto de aquello que puedo percibir clara y distintamente, he de concluir que Dios existe.
En otras versiones, más en la línea de San Anselmo, Descartes define a Dios como el ser perfecto y asume que la perfección implica la existencia. A partir de aquí razona como sigue: Dios es el ser más perfecto en el que puedo pensar. Ahora bien, el ser más perfecto en le que puedo pensar ha de existir, de lo contrario cualquier otro ser en el que pueda pensar y exista será más perfecto que el ser más perfecto en el que puedo pensar.
3. La crítica de Gaunilo al argumento ontológico
En un librito titulado En defensa del necio, Gaunilo, un monje benedictino, lanza una crítica certera contra el argumento ontológico de San Anselmo. La crítica de Gaunilo no es en sí misma un contraargumento, sino que más bien muestra que la forma lógica del argumento lleva a aceptar argumentos particulares con esa misma forma lógica que terminan por superpoblar el mundo de todo tipo de entidades perfectas necesariamente existentes, tales como islas, mujeres, campanarios, etc. Gaunilo utilizó el ejemplo de una isla: puedo pensar en la mayor isla en la que podría pensar, una con toda clase de perfecciones. Ahora bien, esa isla ha de existir si puedo pensar en ella, puesto que de lo contrario no sería la mayor isla en la que se puede pensar, lo cual es absurdo, pues si buscamos no encontraremos tal isla en todo el universo.
4. La crítica de Kant al argumento ontológico
Se dice que la crítica de Kant es la más certera de todas. Esta se hizo a través de varias líneas de argumentación. En primer lugar, a Kant no le termina de quedar claro que la idea de un ser absolutamente necesario tenga sentido. En segundo lugar, al utilizar la noción de existencia en la definición de Dios y al decir que Dios existe, no informamos de nada, simplemente estamos siendo redundantes. De este modo:
(1) Dios = el ser existente,
y
(2) Dios existe,
sustituyendo en (2) «Dios» por «el ser existente», en base a (1), obtenemos (3)
(3) el ser existente existe.
En tercer lugar, Kant hace notar que «existir» no es una propiedad, ni de los conceptos ni de los objetos. decir «x existe» no es afirmar algo del concepto de x, sino decir que hay algo que se corresponde con ese concepto. Del mismo modo, tampoco es atribuirle una propiedad a la cosa misma, a x, sino decir que cuando decimos que x existe afirmamos que podemos encontrar a x localizado en el espacio y en el tiempo, es decir, fuera de nuestra mente.