El Pesimismo
El pesimismo es un estado emocional negativo que produce más negatividad y termina hundiéndonos en la depresión.
El pesimista está en el camino incorrecto, ha elegido ser un burócrata, un conformista, un mediocre. Se resiste a intentar lo nuevo, vegeta y se convierte en una carga emocional para los que lo rodean.
El poder del pesimista sobre los acontecimientos es tan grande como el del optimista, pero con resultados negativos. Su manera de pensar decadente y apocalíptica, arrastra multitudes, prende como la mala hierba que crece sin control, enarbolando como bandera el fin de la esperanza.
El pesimista desparrama malos augurios, malas noticias y percepciones erróneas; frutos de su decepción y frustración, más por experiencias ajenas que por las propias, eventos negativos que se ha empeñado en recopilar, para demostrar y fundamentar la validez de su teoría del pesimismo.
El pesimista siempre tiene trágicas historias que contar, enfermedades extrañas que describir con lujo de detalles, catástrofes, accidentes, y toda clase de calamidades para justificar su forma de pensar.
El pesimista traslada su forma de ver el mundo a su trabajo. Si el pintor, se dedica a proyectar la pobreza, las injusticias, el abandono o la contradicción, permaneciendo con una ceguera total hacia la belleza de la vida; y si es arquitecto, su estilo se caracteriza por el diseño de edificios cerrados como bunkers, para permanecer a la defensiva, aislado y encerrado.
El mal existe en el mundo, no es necesario negarlo, ni es aconsejable resistirlo, porque si nos resistimos al mal estamos centrando la atención hacia él y atrayendo más males.
El mal es todo aquello que no está en armonía con lo que uno quiere, de modo que se relaciona con lo deseado o indeseado ya que toda emoción fuerte sobre un objeto lo atrae, ya sea deseado o indeseado.
Es difícil saber lo que uno quiere y cuando las decisiones no tienen como centro de referencia al ser verdadero sino que se guía por el ego, que desea lo que es o tiene el otro, podemos estar creando nuestro propio mal, porque lo que es bueno para uno puede no ser bueno para nosotros.
Sin embargo, si reflexionamos antes de actuar podemos saber medianamente lo que realmente nos gusta o disgusta a partir de nuestras experiencias previas; porque en definitiva, lo más difícil es poder creer que lo podemos conseguir.
El pesimista no cree en nada, por ende no está dispuesto a hacer lo que tendría que hacer para conseguir lo que desea, porque tiene el sentimiento de sentirse derrotado antes de intentar nada y es esa emoción previa la que impide que sus deseos se cumplan.
Pero, ¿qué sucede cuando el pesimismo se convierte en un patrón de vida? Cuando la negatividad se convierte en la norma y no en la excepción, el pesimista puede caer en un ciclo de autodestrucción. La negatividad constante puede llevar a la persona a aislarse, a perder oportunidades y a vivir en un estado constante de estrés y ansiedad.
Además, el pesimismo puede tener un impacto significativo en la salud física. Estudios han demostrado que las personas pesimistas tienen un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes y otras condiciones de salud. Esto puede ser debido a que el estrés crónico, que a menudo acompaña al pesimismo, puede tener un impacto negativo en el sistema inmunológico y en la salud en general.
Por otro lado, el pesimismo también puede tener un impacto en las relaciones personales. Las personas pesimistas pueden tener dificultades para mantener relaciones saludables debido a su tendencia a ver lo peor en los demás y en las situaciones. Esto puede llevar a conflictos y tensiones en las relaciones, lo que puede aumentar aún más los niveles de estrés y ansiedad.
Muchos justifican su visión pesimista de la vida por la conducta que tienen los demás. Pero los demás tienen la libertad de ser quienes quieren y de recibir lo que cosechen, mientras que nosotros mismos podemos ser creadores de nuestra propia experiencia y atraer lo mejor.
La conducta del otro no justifica mi accionar ni mi manera de pensar. No se puede otorgar ese poder a los otros porque somos dueños de nuestra propia vida.
Se puede ser feliz rodeado de negatividad, si no le prestamos atención. De esa manera no permito que lo negativo participe de mi experiencia, porque sencillamente no está en armonía conmigo y no me puede influir.
La clave está en fijar la atención sólo a las cosas que queremos y esto no significa falta de sensibilidad, sino preparación para el futuro; un futuro que no incluirá situaciones que me obliguen a conectarme con lo negativo; porque todo lo negativo que experimentamos lo hemos atraído con nuestro pensamiento.