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La ética utilitarista

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

La ética utilitarista es consecuencialista. Eso quiere decir que, desde el punto de vista de la ética utilitarista, el valor moral de una acción se mide en función de sus consecuencias. Desde esta perspectiva, las acciones carecen de un valor moral intrínseco, siendo este extrínseco o relacional. Las éticas consecuencialistas se diferencian entre sí en el fin o consecuencia al que deben aspirar las acciones morales. Este es el componente teleológico que las define como tales. Un ejemplo clásico de ética consecuencialista es la hedonista, según la cual nuestras acciones deben llevarnos a la consecución del máximo placer.

La ética utilitarista

El utilitarismo exige una gran reflexión sobre las consecuencias de nuestras acciones.

Según la ética utilitarista, a diferencia de la hedonista que hemos puesto como ejemplo, nuestras acciones han de estar orientadas a la consecución de la máxima felicidad para el mayor número de personas. Este fin es, a su vez, un procedimiento decisorio que, a la hora de enfrentarnos a un dilema moral, ha de ayudarnos a decidir el curso de acción más adecuado con respecto a este objetivo.

El primero en proponer esta teoría ética fue Jeremy Bentham, a finales del siglo XVIII en su obra Introducción a los principios de la moral y la legislación. Su seguidor, John Stuart Mill desarrollaría el punto de vista de Bentham.

1. La ética utilitarista y sus variantes

La ética utilitarista, al igual que ocurre con otras muchas teorías filosóficas, ha experimentado un notable desarrollo a lo largo del tiempo, de tal modo que se pueden distinguir, además del utilitarismo clásico o utilitarismo de la acción, dos variantes de esta teoría.

La primera de ellas es el utilitarismo negativo. En esta versión la tesis principal se formula negativamente, en términos de sufrimiento, en lugar de en términos de felicidad. Bajo nuestro punto de vista es una variante pesimista del utilitarismo. Según el utilitarismo negativo, el valor moral de una acción se mide en términos del sufrimiento que evita para el máximo número de personas. Es una versión pesimista en la medida en que los filósofos que defienden esta posición piensan que, dado que hay más oportunidades de causar sufrimiento que de causar felicidad, seremos moralmente más eficientes si evitamos causar sufrimiento.

La segunda versión es el utilitarismo de la regla o de la norma. Muchos utilitaristas de la regla tratan de conciliar la teoría utilitarista con la ética kantiana, como es el caso del prescriptivismo universal de R. M. Hare. Según esta versión, el valor de una acción moral se mide en función de que siga la regla o norma que mayor utilidad proporcione. Hemos de recordar aquí que Kant defendía, a grandes rasgos, que una acción era moralmente valiosa si, y solo si, queremos que todo el mundo, en las mismas circunstancias, elija ese curso de acción.

2. Críticas a la ética utilitarista

Como ya sabrá el lector, nada en filosofía está exento de crítica y, en el caso de la ética utilitarista, no se da la excepción. En efecto, el utilitarismo ha recibido diversas críticas. La más interesante de todas, que lo convierte en un principio absurdo impracticable, consiste en el ataque a su supuesto básico, a saber, la capacidad de los agentes morales para medir la cantidad de felicidad que causarán con sus acciones y la cantidad de personas a las que se le causará esa felicidad. ¿Somos capaces de hacer estas mediciones y cálculos? Y en el caso de que lo seamos, ¿lo haríamos en el tiempo suficiente como para actuar en el momento oportuno? Además, enlazado a este supuesto existe otro, según el cual la felicidad es cuantificable, algo demasiado fantástico y digno de toda duda.

Otro de sus supuestos básicos que también ha sido criticado consiste en la conmensurabilidad de la felicidad entre personas. En efecto, supongamos que Y es feliz pegando a su hijo, X. Por su parte, el hijo de Y es feliz si su padre no le pega. Ahora bien, la abuela de X es utilitarista y en su mano está dejar que Y pegue a X o impedirlo. La cuestión es que tiene que decidir si la felicidad de Y es equivalente a la de X, además de saber si Y es más feliz pegando a X de lo que X lo es cuando Y no le pega o al revés, que Y es menos feliz pegando a X, de lo que lo es X cuando no le pega Y. En este caso vemos que el utilitarismo estaría en contra del sentido común.

Imagen: Quino