Filosofía y Moral – Parte II
Más allá del bien y del mal está la moral.
Uno de los más importantes ámbitos de la filosofía es el estudio de la moral y los valores.
El cuestionamiento básico sobre estos principios parte de la aparente relatividad de los valores sociales y de la diferencia entre la moral aprendida y la moral de la propia conciencia.
Si cada uno actúa como manada dentro de la sociedad en que vive tendrá la tendencia a adoptar la moral pública, que consiste principalmente en tirar la piedra y esconder la mano.
Como todos, se emplearán los recursos que se tengan para depositar en lo más profundo de la conciencia el hecho, cuidando de taparlo convenientemente con vanas justificaciones, racionalizaciones y excusas para vivir el momento y poder seguir haciéndolo casi normalmente, sin poder entender después muy bien por qué tiene una neurosis.
La neurosis es básicamente la manifestación patológica del eterno conflicto entre el Ser y el no Ser.
Esta reflexión nos lleva a tratar de comprender el significado del ser argentino.
Haber nacido en Argentina es un condicionamiento similar al de haber nacido en cualquier otro país, sólo que nuestra condición es más ambigua, confusa, sin límites precisos ni definiciones tajantes que no nos permite edificar nuestra identidad sobre terreno firme sino que nos determina a construirla sobre arenas movedizas.
Las identidades poco firmes son inestables, se resquebrajan, se transforman, cambian de color, llevan a los sujetos a atreverse a decir una cosa, pensar otra y hacer otra muy diferente y se pueden llegar a derrumbar frente a otras identidades de referencia, más sólidas.
Los argentinos, gente nacida en una tierra próspera, grande y bella, se caracterizan por tener una población en su mayoría descontenta, insatisfecha, pesimista, depresiva, que se avergüenza de ser rico, que piensa que el dinero es sucio y que cree que el que tiene mucho es porque lo ha robado.
El ser argentino condiciona a proyectar las frustraciones, los fracasos y las pérdidas, en las cosas, en los otros, y en los gobiernos de turno, pero jamás en si mismo, porque no puede soportar afrontar las responsabilidades que le compete.
La capacidad de crítica excede con creces a la de cualquier otro país, porque todos parecen ser verdaderos eruditos fuera del escenario de los hechos, pero en el momento de actuar se comportan igual que como los que habían criticado.
Sólo nos queda para salvarnos un único recurso que nos permitirá emerger como el Ave Fénix desde las cenizas: nuestra propia conciencia individual.
Tratemos de dejar la manada y hacernos las preguntas vitales: Quién soy, Dónde estoy, Qué es lo que quiero, Hacia donde voy; y como decía Julián Marías: “!Argentinos, a los hechos!”
Más que la nacionalidad es la moral de la propia conciencia el único elemento necesario para cambiar al mundo.
Pasar primero, hacer trampas, no aceptar las reglas de juego, engrosar las filas de los que hacen las cosas por izquierda, eludir el esfuerzo y el compromiso, coimear, mentir, son las cosas que se hacen y que nos alejan de la ética.
Necesitamos un transplante de habitantes, porque los que tenemos están en un franco período terminal y las inmigraciones no nos sirven porque ni bien nos conocen se argentinizan y adoptan los mismos hábitos.
Es como tener un virus portador del complejo de inferioridad, transmisible por ósmosis y más rebelde que una infección urinaria.
La anarquía es la aspiración de la mayoría, fenómeno que tiene un significado psicológico, la dificultad para aceptar la autoridad, por eso quieren ser todos caciques, con una limitación: a la mayoría, no les da el cuero.