La infidelidad y los Valores
La infidelidad compartida en su justa medida.
Hace unos días un lector escribió un comentario relacionado con la infidelidad en la pareja y el carácter relativo de esa conducta, si es consensuada, es decir, cuando ambos, por consenso deciden tener otras relaciones simultáneas para vivirlas juntos o separados según se den las circunstancias.
En primer lugar, su propio cuestionamiento sobre el particular nos está revelando una característica humana que es la de sentirnos incómodos cuando hacemos ciertas conductas que son consideradas inapropiadas.
Claro que esta incomodidad puede ser una consecuencia de una moral aprendida, aunque también suelen sentirla quienes no han recibido enseñanza moral alguna.
La fidelidad en la pareja existe incluso en sociedades que aceptan la poligamia. Un hombre puede tener todas las mujeres que pueda mantener y esas mujeres llegan a ser buenas amigas. Pero en esas sociedades no todos los hombres desean tener muchas mujeres, aunque tengan el dinero para hacerlo, y aquellos que se deciden por la poligamia suelen tener una favorita.
Estas cuestiones nos enfrentan a considerar la naturaleza monógama del hombre, teniendo en cuenta también que muchos animales lo son.
Los filósofos ambientalistas que ponen énfasis en el aprendizaje y las condiciones del ambiente para definir al hombre, creen que nacemos como tablas rasas donde no han nada escrito y que estamos determinados exclusivamente por la sociedad en que vivimos y la forma de educación que hemos recibido.
Otros por su parte reconocen que el hombre es un ser pre programado, con la capacidad para aprender, porque es evidente que a través de la historia existen patrones estructurales que subsisten, independientemente de la cultura, que demuestran que existe una tendencia de los seres humanos hacia la perfección y el equilibrio y la libertad para elegir.
Esa tendencia no significa que seamos ni perfectos ni equilibrados, por el contrario, estamos permanentemente debatiéndonos entre el bien y el mal, porque así como se puede pensar, que tenemos capacidades innatas como la idea platónica del bien y del orden; tenemos que pensar que también contamos con la idea disgregadora del mal y del desorden.
Lo importante no es reconocer la dualidad sino la existencia de ese conocimiento interno intuitivo que supuestamente parecería que traemos desde el nacimiento.
Como dice Lao Tsé en el Tao Te Ching, el bien está en el mal y el mal está en el bien y aceptando esta dualidad que está en todos nosotros podemos comprender a los otros y no juzgar.
En la naturaleza hay una ley que es inquebrantable y que la ciencia utiliza para poder predecir acontecimientos. Es la ley de causa y efecto.
Cada acción tiene su reacción. Ninguna acción es inocente y causa siempre una respuesta, porque todas nuestras conductas tienen una motivación y una intención, modificar algo para nuestro bien.
Qué es el bien? El bien es la fuerza creadora y ordenadora, es el cosmos y representa la vida. El mal es la otra fuerza, opuesta, destructiva y transformadora, es el caos, y representa a la muerte y la transformación.
El Universo está hecho de estas fuerzas opuestas y no existiría como es, si sólo hubiera una. Las dos son necesarias para la vida.
El centro, es el equilibrio; y cuando logramos permanecer centrados la vida se hace más fácil.
El método para alcanzar el justo medio es reconocer en nuestro interior cuáles son los valores que deseamos adoptar para vivir y comprometernos con ellos para siempre.
El hombre es básicamente bueno, pero tiene en su interior a su sombra y decide quién quiere ser, para él y para su descendencia.