Kant, Immanuel – Segunda Parte
Kant era un hombre rubio de ojos celestes, de baja estatura, delgado, y de pecho hundido. De pequeña estructura ósea, tenía un hombro más alto que el otro y en proporción a su cuerpo, su cabeza era grande.
Era débil de salud pero se cuidaba mucho y hacía una vida muy metódica y sana.
Tuvo un criado que lo sirvió más de cuarenta años, que no siempre vivió con él, pero que lamentablemente tuvo que despedir porque se aficionó a la bebida y dejó de cumplir con sus tareas habituales.
Tanto se había acostumbrado a él que a su sucesor lo siguió llamando por el mismo nombre.
Kant había nacido durante la monarquía de Federico Guillermo I, quien llevó a cabo una reforma del Estado, que hasta ese entonces había sido feudal, convirtiéndolo en un Estado militar y mercantil, lo que fomentó el desarrollo de las ciencias y de la industria, y ayudó a Prusia a consolidarse como potencia europea.
Königsberg era la capital de la provincia de Prusia y contaba con cincuenta mil habitantes.
Su puerto desarrollaba gran actividad comercial ya que era una de las principales entradas de Europa; una ciudad pujante que hacía favorable la proliferación de ambientes intelectuales.
Sin embargo, casi toda su vida Kant tuvo que lidiar con problemas económicos y aún cuando accedió a una posición de catedrático, su sueldo no representaba ninguna fortuna.
Era soltero y vivía solo, pero tenía buenos amigos que lo ayudaban en lo que necesitara.
Su gran placer consistía en invitarlos a almorzar a su casa porque para él, comer solo era un trabajo agotador.
Después de la sobremesa se retiraba para leer o pensar y luego, como a las 19 horas daba un paseo de una hora.
Era tan puntual y riguroso con sus rutinas que algunos acostumbraban poner sus relojes en hora al verlo pasar.
Por las noches se retiraba a descansar puntualmente a las 22 y dormía exactamente siete horas.
Toda esta disciplina diaria le permitía tener tiempo para escribir filosofía, estar con sus amigos, salir a pasear y también para cuidar de su salud.
Su cuerpo frágil le exigía una serie de rutinas diarias y hábitos alimenticios que no tenía reparos en recomendar a sus amigos cuando cometían excesos.
A los 74 años ya había dejado de dar clases y tampoco asistía a reuniones fuera de su casa, y aunque no tenía ninguna enfermedad, padecía de algunos achaques propios de la vejez.
Durante sus últimos años perdió la visión de un ojo, la memoria comenzó a fallarle y sus fuerzas corporales fueron decayendo, obligándolo a disminuir sus paseos diarios hasta tener que abandonarlos del todo.
Su hermana lo cuidó hasta que el corazón de Kant dejó de latir a los 80 años de edad, el 12 de febrero de 1804.
Lo acompañó mucha gente en su último viaje, principalmente sus alumnos que fueron los que le dedicaron sus discursos fúnebres.
La obra cumbre de Kant fue “Crítica de la razón pura”, tarea que representó una guía indicadora para que el hombre conozca su lugar en el mundo, aprenda a contemplarlo y asuma las limitaciones de la vida.
Kant fue un hombre de ideas pacifistas que le dio un nuevo sentido a la sensibilidad, la razón y el entendimiento.
Fuente: Colección Grandes Pensadores, «Kant, Immanuel, Vida, Pensamiento y Obra», Ed.Planeta DeAgostini, 2007.