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El significado de los nombres propios

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Una parte de la filosofía del lenguaje, la semántica filosófica, tiene como objeto de estudio los nombres propios, es decir, los términos que utilizamos para referirnos a individuos. La cuestión es saber en qué consiste el significado de un nombre propio, qué quiere decir que un nombre propio es significativo. Si tenemos en cuenta el principio de contexto, la cuestión es cuál es la contribución de un nombre propio al sentido de una oración.

el significado de los nombres propios

Gareth Evans propuso la teoría causal de la referencia. Lamentablemente murió prematuramente, a los 34 años, dejando su obra inconclusa.

Preparando el terreno

Puesto que la mayor parte de nuestros lectores no tienen una formación precisa en filosofía y mucho menos en filosofía del lenguaje, conviene que hagamos algunas aclaraciones. El significado de una expresión es lo que un hablante dice al utilizarla en un acto de habla exitoso. Es cierto que las expresiones y las palabras tienen un significado convencional, que podemos rastrear en los diccionarios. Sin embargo, ese significado no es el interesante desde un punto de vista filosófico. Lo que nos interesa más bien es el significado actual de una expresión, el que tiene cuando se usa para decir algo a alguien y este alguien entiende lo que le queríamos decir mediante esa expresión.

Desde ese punto de vista, cuando hablamos del significado de los nombres propios no nos interesan cosas como lo que el término significa etimológicamente (por ejemplo, que «José» significa «Él (Dios) añada»). Únicamente queremos saber la contribución que hacen los nombres al significado de las expresiones en los que aparecen, cuando estas son usadas… Tampoco es un problema el que un solo nombre sirva para referirse a diferentes individuos. El individuo al que nos referimos se determina contextualmente.

Hablar y pensar

La idea de que al hablar expresamos pensamientos es muy antigua, pero no la discutiremos aquí. Nos valdrá únicamente para exponer una de las concepciones sobre el significado de los nombres. La idea es que un pensamiento es de naturaleza conceptual, así que los nombres propios hacen una contribución conceptual a la expresión en la que aparecen, tienen como significado un concepto que contribuye a formar un pensamiento. El concepto significado por el nombre puede ser expresado mediante una descripción definida o mediante un cúmulo de estas, según la versión de la teoría que se abrace. Por ejemplo, casi todo el mundo asocia con «Aristóteles» la descripción definida «el autor de la Metafísica«. Y esta descripción expresa nuestro concepto de «Aristóteles», gracias al cual expresamos y entendemos las oraciones en las que aparece. Las teorías de este tipo reciben el nombre de «teorías descriptivistas de la referencia». Algunos de sus defensores más famosos son G. Frege, B. Russell y J. Searle.

Lenguaje y mundo

Según otro punto de vista opuesto al anterior, los nombres propios no tienen ningún significado. Son como etiquetas que sirven para distinguir a un individuo de todos los demás. Cuando hablamos seleccionamos a un individuo, mediante su nombre, y decimos algo de él. Los nombres propios son palabras con una función lingüística muy simple y precisa: nombrar individuos, ir en su lugar. Desde este punto de vista no se niega que los hablantes asocien conceptos al usar nombres propios, lo que se niega es que los conceptos que cualquier hablante pueda asociar a los nombres propios desempeñen alguna función semántica relevante. En todo caso, los nombres funcionan como enganches que conectan el lenguaje con el mundo, con un mundo de sustancias individuales. Este punto de vista ha sido defendido por J. S. Mill, Ruth Barcan y S. Kripke. A esta tesis se le llama «teoría de la referencia directa».

La teoría causal de la referencia

Los dos puntos de vista anteriores fueron sintetizados por Gareth Evans en la teoría causal de la referencia. Kripke ya había defendido su teoría haciendo uso de elementos causales para explicar cómo los nombres se mantienen unidos a sus referentes a lo largo del tiempo, incluso cuando los referentes de los nombres desaparecen. La idea es que Aristóteles está muerto, pero el nombre «Aristóteles» hace referencia a Aristóteles incluso aunque este ya no exista. ¿Cómo? Porque el uso de los nombres se mantiene inalterado a través del tiempo, pasando de unos hablantes a otros. La madre de Aristóteles (o su padre) decidió ponerle ese nombre. Todo el mundo lo siguió llamando así. Las personas siguieron hablando de Aristóteles durante años tras su muerte. Y de ese modo, se transmite generación tras generación el uso del nombre «Aristóteles» para referirse al individuo a quien se le asignó ese nombre.

Evans, por su parte, aceptó el modelo causal de Kripke, pero lo consideró bastante superficial, por lo que profundizó más en él. Junto a su propuesta positiva, Kripke había dado algunos argumentos para rechazar la teoría descriptivista de la referencia. Según esta teoría, el significado de un nombre es una descripción definida (o un cúmulo de ellas) del individuo al que nos referimos. El problema que veía Kripke es que cualquier descripción definida particular o cualquier cúmulo de ellas, podría ser falsa del individuo al que determina, de modo que fallaría al determinar a tal individuo y no nos estaríamos refiriendo a él. Aristóteles pudo no haber escrito la Metafísica y si el significado de «Aristóteles» es «el autor de la Metafísica«, no se ve cómo con «Aristóteles» nos podemos referir al individuo al que pretendemos referirnos.

Sin embargo, Evans encuentra que en la propuesta de Kripke hay un error análogo. En efecto, Kripke no considera que por errores humanos la referencia de un nombre cambie. Y para apoyar su crítica utiliza el ejemplo de «Madagascar». Actualmente es una isla situada al Sureste de África, sin embargo, en el pasado fue un trozo de la costa del continente Africano. Si a la isla se le llama en la actualidad «Madagascar» es porque Marco Polo no entendió correctamente a qué llamaban «Madagascar» los nativos del lugar. La cadena causal de Kripke tiene este problema, que es demasiado ideal, que no considera que en el proceso de transmisión de la práctica de uso de un nombre pueden ocurrir este tipo de cosas.

Evans propone una teoría causal de la referencia, que soluciona ambos problemas. De este modo, asume el modelo causal de Kripke, pero lo dota de contenido. Los hablantes se dividen en productores de la práctica de utilizar un nombre o en consumidores de esta práctica. Para explicar la metáfora de Evans de los productores y los consumidores de la práctica nos valdremos de un ejemplo. Los padres de Aristóteles deciden llamar a su hijo «Aristóteles». Utilizan ese nombre para presentarlo, el niño crece y la gente tiene contacto con él. Utiliza el nombre «Aristóteles» para identificar a ese individuo. Las personas que conocen a Aristóteles, que saben qué cosa del universo es la que todos llaman «Aristóteles», son los productores. Han producido una práctica, la de llamar a una cosa «Aristóteles». Y extienden esta práctica. Hablan de Aristóteles a otras personas, que jamás han tenido contacto con él. Para estas personas «Aristóteles» significa «la persona de la que habla Menganito» o «El hijo de Nicómaco, que se fue a estudiar con Platón dos días antes de que me mudara aquí», etc. Estos son los consumidores de la práctica. Para ellos el significado de «Aristóteles» es una descripción definida (o un cúmulo de ellas) que han adquirido por el contacto con los productores. Los consumidores también difunden la práctica.

Aristóteles morirá, pero durante algunos años tras su muerte seguirá habiendo productores y consumidores del nombre. Y una vez que los productores mueran, todos los que sigan utilizando el nombre serán consumidores. Dado que de Aristóteles se pueden transmitir descripciones falsas, no es de extrañar que los consumidores asocien a su uso estas descripciones. Igualmente, los casos como el de «Madagascar» se explican como un cambio de práctica, iniciado por unos hablantes, que tuvieron más éxito al expandir su práctica de usar «Madagascar» para referirse a una isla que los hablantes que originariamente utilizaron «Madagascar» para referirse a una proción de la costa sureste del continente africano.