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Nombres de ficción

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Una de las actividades a las que el ser humano dedica buena cantidad de su tiempo consiste en crear o inventar ficciones. En el transcurso de nuestra actividad ficcional, inventamos personajes, lugares, especies, etc. ficticios a los que les ponemos nombres, tales como los «olifantes», «Superman», «Mortadelo», «Gondor», «Mordor», los «hobbits», «Don Quijote», «Zeus», etc. Estos nombres los usamos con normalidad, hasta el momento en el que nos ponemos filosóficos. Si se llega a este punto, entonces saltan todo tipo de perplejidades metafísicas sobre la existencia de tales personajes, lugares, especies, etc. que llevan a los más diversos análisis lingüísticos de los nombres utilizados.

Nombres de ficción

Este es Mortadelo

1. Los problemas de los nombres de ficción

Por una parte nos encontramos con que un nombre como «Superman» hace referencia a un personaje de ficción. Por otra parte, resulta que los personajes de ficción no existen. Y así surge el primero de los problemas: ¿Es distinto referirse a un Superman inexistente de no referirse a nada? Y también el segundo: Si Superman no existe, ¿cómo puede ser verdad que Superman es vulnerable a la kriptonita, como de hecho parece serlo?

Ante este problema se han dado dos tipos de respuestas. Por un lado, se han dado unas respuestas ontológicamente comprometidas, según las cuales los personajes, especies, lugares, etc. de ficción existen… de alguna manera. Otras respuestas han pasado por proponer algún tipo de análisis particular de los enunciados en los que aparecen nombres de ficción.

2. Respuestas ontológicamente comprometidas

Dado que para cada género de respuesta existen en filosofía una infinidad de variantes, explicaremos brevemente qué caracteriza a estas posiciones. Lo que más las caracteriza es el hecho de que postulan algún tipo de entidad, abstracta o concreta, la cual hace las veces de los referentes de los nombres de ficción. De este modo, se puede decir aquí que Mortadelo es un objeto ideal, mental, abstracto, pleonástico, concreto que habita en otro mundo posible realmente existente, etc. según la teoría que se proponga al respecto y las preferencias ontológicas del filósofo en cuestión.

3. Análisis lingüísticos alternativos

Otros filósofos, con un fuerte instinto realista… desde su punto de vista, han propuesto análisis alternativos de las oraciones en las que aparecen nombres de ficción. En este caso se ha partido de concepciones de este tipo de nombres, llegándose a decir que no eran nombres propios genuinos, que eran nombres de juguete, que se utilizan en un sentido secundario, etc. También se han propuesto concepciones más pragmáticas, poniendo el acento al tipo de acto de habla particular que constituye el uso de las oraciones en las que aparecen nombres de ficción.

4. Algunos problemas de las soluciones a los problemas de los nombres de ficción

En mi opinión estas soluciones plantean algunos problemas. En efecto, por un lado se postulan entidades extrañas, por otro lado se introducen análisis lingüísticos que no hacen justicia a todos los tipos de ficciones y de usos de nombres de ficción. Desde mi punto de vista estos problemas se podrían evitar si se tuvieran en cuenta estas dos consideraciones:

1. ¿Son iguales todas las ficciones? Podemos distinguir todos estos tipos de ficciones: mentiras, historias falsas, mitos, cómics, novelas, películas, obras de teatro, chismes, fábulas, representaciones con marionetas, marionetas de ventrílocuo (Rockefeller, Macario, etc.), simulaciones virtuales, leyendas, poesías, libro-juegos, juegos de rol, videojuegos, tiras cómicas, algunos juegos infantiles, etc.

2. ¿Tiene sentido no tener en cuenta las imágenes que en mucho caso forman las ficciones que creamos? En los casos de ficciones audiovisuales, ¿tiene sentido decir que «Mortadelo no existe» cuando es posible señalar en un cómic y decir, con verdad, «este es Mortadelo»? Esto tiene que ver con el caso anterior, puesto que hace referencia a algunos tipos de ficción particular. Mi opinión aquí es que no se trata de postular ninguna nueva entidad de algún extraño tipo, sino de describir mejor entidades que ya conocemos, como por ejemplo las imágenes que señalamos y de las que decimos «este es Mortadelo», «ese es Gandalf», etc.