Milagro en Chile
¿Puede un suceso conmovedor como el que vivieron los mineros en Chile cambiar el mundo? Si puede, porque la humanidad ha demostrado ser todavía sensible y capaz de sufrir a la par con los protagonistas la terrible experiencia de quedar atrapados entre las rocas a setecientos metros de profundidad sin ninguna posibilidad de salida, con el agravante de ser dados por muertos y tener que morir después de ser enterrados, al revés de todo buen cristiano.
Un acontecimiento como el vivido puede cambiarnos a todos, por lo menos durante unos días, breves para todos nosotros e interminables para ellos, porque el mundo pareció detenerse.
Todas las demás noticias ocuparon, a partir del instante que se inició el rescate, un puesto secundario, o bien fueron descartadas de plano opacadas por el interés que suscitó la salvación de las víctimas.
Esos sencillos hombres, se convirtieron en héroes y tuvieron la oportunidad de desplegar todas las cualidades humanas que parecían haber sido olvidadas.
Si algunos canales de noticias mantuvieron en sus pantallas en forma permanente el suceso, casi sin espacios publicitarios, significa que más cantidad de televidentes que el promedio permanecieron pegados al televisor viviendo paso a paso todas las vicisitudes de esos valientes hombres, que jamás olvidarán esa experiencia mientras vivan.
Para ellos fue como estar en una guerra, vivir durante diecisiete días sin saber si vivirían o morirían, ver cara a cara a la muerte advirtiéndoles que eran sus víctimas, treinta y tres vidas que se podía llevar una a una.
Como en la guerra, cuando un grupo de soldados se pierde en un terreno desconocido y se encuentra vulnerable a merced del enemigo, ellos también se unieron y se convirtieron en un bloque sólido con una fe inquebrantable que fue capaz de derribar montañas.
Respetaron a los líderes naturales porque sabían que era la única manera de tener la oportunidad de aferrarse a la esperanza; porque individualmente tal vez se hubieran entregado a la desesperación y hasta se podrían haber matado entre ellos por el agua o la comida.
Prosperó la razón por sobre las necesidades básicas y el instinto de supervivencia y fue entonces cuando pudieron salir de si mismos para pensar en los otros, los que los rodeaban y hasta en otro grupo que estaba saliendo de la mina, cuando se produjo el derrumbe, que ellos creían perdidos, pero que milagrosamente ya estaban a salvo.
Fue una experiencia cumbre, porque sus conciencias trascendieron al ego en el crucial momento que decidieron respetar el orden y la disciplina, y aceptar responder a la razón para organizarse y poder sostenerse mutuamente, hasta el feliz momento en que a través de una sonda salvadora que hizo de cordón umbilical, pudieron salvar sus vidas.
Fue para ellos un segundo nacimiento, salir del vientre de la tierra al mundo, renovados para renacer tal vez mejor que antes, principalmente de espíritu, con una nueva perspectiva de la vida, con un nuevo concepto de la amistad, de la lealtad, del patriotismo, del respeto y con el conocimiento de que cuando las cosas se ponen difíciles la única oportunidad de salvarse es ser solidario con el otro y hacer un frente común frente a la adversidad y el peligro.
Chile es un país donde se encuentra el cinturón de fuego del Pacífico; de un lado tiene el mar profundo y del otro está cercado por la cordillera de los Andes.
Los terremotos no son una novedad para los chilenos sino una amenaza segura, que de tanto en tanto cobra sus víctimas y les cambia la geografía; y hasta sus costas suelen ser anegadas por los tsunamis que asolan las islas del Pacífico.
Es un país minero, cuyo pueblo está acostumbrado a estos accidentes que antes no trascendían pero que ahora el avance de la tecnología hace que no pasen desapercibidos.
En esta ocasión, demostraron tener la fuerza que tienen los países sufridos, la de ser capaces de trascender sus condiciones adversas y elevarse sobre si mismos.
El mundo se conmovió porque la respuesta surgió enseguida y todos quisieron ayudar en esta tragedia para vencer a la piedra. Es que la fe mueve montañas.