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El Bien Individual y el Bien Cómún

Publicado por Malena

Obrar desinteresadamente en función del bien común es difícil, porque en primer lugar casi todos preferimos ocuparnos de nuestro bien propio.

Ocuparse de de sí mismo no es egoísmo, es responsabilidad, y es también una manera de beneficiar el bien común al liberar a la sociedad de una carga; pero sin olvidar a los otros y afectar con una actitud egocéntrica su crecimiento y desarrollo.

El cuerpo humano no podría sobrevivir si a algún órgano se le ocurriera realizar una función sin tener en cuenta a la totalidad del organismo. De la misma forma, una sociedad no puede prosperar si los individuos actúan sin considerar el bienestar de la comunidad.

Los seres humanos no podrían subsistir si la vida vegetal se extinguiera, porque necesitan para respirar el oxígeno que les proporcionan las plantas que a su vez viven del anhídrido carbónico que exhalan las personas. Este intercambio de gases es un ejemplo perfecto de cómo la supervivencia y el bienestar de una especie dependen de la existencia y la salud de otra.

A una hormiga jamás se le ocurriría hacer otra cosa que no fuera lo que sus instintos le ordenan, porque de su comportamiento puede depender todo el nido. Lo mismo las abejas y otros insectos que viven en colonias muy organizadas. Estos insectos, a pesar de ser considerados menos evolucionados que los humanos, parecen entender mejor la importancia de trabajar juntos para el bien común.

Todo está tan interrelacionado que pensar en forma individual en el mundo animal y vegetal es impensable. Sin embargo, los seres humanos se debaten en la permanente polaridad, ser para uno o ser para otro.

La pregunta es: ¿Puede una sociedad humana estar sana y sobrevivir con tantas personas que piensan individualmente sin tener en cuenta a los otros?

¿Puede continuar viviendo un ser humano si todo a su alrededor muere?

¿Quién es un ser humano separado de su entorno? Nada.

Qué sentido puede tener la vida humana y qué función cumple si pierde todo tipo de relación con el resto; porque la vida tiene significado sólo en relación con los otros.

La vida de cualquier órgano del cuerpo tiene la función de desarrollar su propia existencia y colaborar con el funcionamiento de los demás órganos, para cumplir un propósito individual y a la vez común, mantener su salud y su vida y la del propio organismo.

Si no fuera así no estaríamos vivos sino muertos; porque nuestra existencia es posible gracias al conjunto de órganos que cumplen con su función con el mismo objetivo común.

Los órganos forman parte de nuestro cuerpo y nosotros formamos parte de una pareja, de una familia, de una sociedad, de un equipo de trabajo, de una institución, sin embargo, la mayoría de las veces olvidamos eso y creemos tener el derecho de actuar individualmente sin tener en cuenta a los otros.

Hay demasiada gente que no reconoce que forma parte de una totalidad y creen que pueden vivir sin los demás y aún a costa de ellos.

Las personas luchan por sus derechos y olvidan sus deberes, cuando los deberes deberían estar en primer lugar, porque solamente el que cumple con sus obligaciones puede pretender tener derechos.

Es posible que la humanidad aún no esté preparada para actuar teniendo en cuenta el bien común, pero es imperioso tomar conciencia de la necesidad de hacerlo, porque la totalidad sucumbe cuando las partes deciden actuar sin tener en cuenta al resto.

Se trata de recordar lo que todos hemos olvidado: lo más básico para la continuidad de la existencia, vivir con los otros en armonía, colaborando con ellos. Es fundamental entender que nuestra supervivencia y prosperidad dependen de la cooperación y el respeto mutuo. La individualidad no debe ser eliminada, pero debe ser equilibrada con la consideración por el bienestar de los demás. En última instancia, el bien individual y el bien común no son mutuamente excluyentes, sino que pueden y deben coexistir en armonía.