La Emancipación de los Hijos
La necesidad de independencia para un individuo joven es imperiosa, sin embargo, actualmente, recién se deciden a abandonar el hogar paterno cuando están por cumplir los treinta años.
La vida moderna trajo consigo modos de vida que llegaron para quedarse, crisis económicas, las mayores exigencias de confort que obliga a contar con buenos ingresos para gozar de las mismas comodidades que tienen los jóvenes en su hogar paterno, la falta de interés en contraer matrimonio y de formar una familia, la competencia, la ausencia de urgencia en establecerse por su cuenta.
Los jóvenes ahora, no suelen pensar a largo plazo, por esa razón, no siempre buscan empleos para toda la vida sino ocupaciones transitorias que les permita gozar de vacaciones cada vez que se quedan sin trabajo.
Los padres suelen fomentar esa falta de decisión de sus hijos para independizarse porque ellos también están atravesando sus propias crisis de la madurez y el síndrome del nido vacío.
Antiguamente las cosas eran muy diferentes; en primer lugar las familias tenían muchos hijos, por dos razones, porque muchos niños morían antes de llegar a grandes y porque los padres se querían asegurar la vejez, ya que no existía la jubilación.
En realidad, los hijos formaban parte del patrimonio de una familia y las expectativas eran que trabajaran cuanto antes en lo que fuere, ya que no había oportunidades de ir a la universidad para todos, ni posibilidades de movilidad social como ahora.
La transición de los jóvenes a la vida adulta se hace cada vez más tardía. Algunos consideran que esta nueva manera de vivir se debe a cuestiones económicas y esto puede ser cierto, pero tenemos que pensar que muchos de los inmigrantes que vinieron a América a principios del siglo pasado, se subieron a un barco cuando cumplieron 18 años arriesgándose a desembarcar en un país desconocido, solos y sin un peso.
¿Qué diferencia hay entre esos hombres y mujeres que se atrevieron a abandonar su país, su familia y hasta sus hijos para emprender una aventura estando solos, sin ninguna garantía?
La diferencia fue la educación que les brindó su familia, porque aprendieron que no podían obtener nada sin esfuerzo, que todo había que ganárselo y que no eran individuos especiales sino parte de un grupo que tenía los mismos derechos y las mismas obligaciones.
Es un hecho real que lo que se obtiene sin ningún esfuerzo no se valora y se vive como algo natural merecer lo mejor sin haber hecho nada, como pasa con la mayoría de los hijos de las familias modernas, que además sólo tienen uno o dos hijos.
Estos hijos crecen con la idea de que tienen que destacarse para poder tenerlo todo, porque viven en una sociedad en la que el Ser es el tener, no importa de qué modo.
Y cuando se casan, cosa que hacen algunos y no todos, esperan muchos años para tener un hijo, porque desean convertirlo en alguien superior, criarlo entre algodones, que pueda asistir a los mejores colegios, que tenga la mejor ropa, los mejores juguetes, la mejor casa y los mejores amigos.
La familia se convierte en un cómodo refugio para los hijos que sienten amortiguadas en ella sus frustraciones y aparte es generadora de recursos; y por otro lado, este modo de vivir se ve reforzada por la situación que también están viviendo sus pares.
Sin saberlo, la sociedad toda está formando a parásitos, personas que cuando crezcan pretenderán ocupar lugares destacados sin merecerlo, que estarán dispuestos a todo, que se sentirán diferentes y que sólo vivirán para sí mismos.
Los fenómenos sociales los hacen los individuos y a los individuos los forman sus padres; de ellos dependerá el tipo de sociedad que quieren para sus hijos.