Nietzsche – El Matrimonio y los Hijos
En su libro “Así habró Zarathustra” Nietzsche nos dice que para un hombre es lícito desear tener una mujer e hijos si ha logrado el dominio sobre si mismo y si es dueño de sus sentimientos, pero no es lícito este deseo cuando se trata de una necesidad, por soledad o por descontento.
Un hombre para llegar al matrimonio debe estar ya hecho en cuerpo y alma, para poder construir algo mejor aún que él.
El matrimonio es la voluntad de dos personas que se tienen respeto mutuo, con la intención de crear a alguien mejor que ellos.
No se puede llamar matrimonio a una relación por el solo hecho de haber sido bendecida la unión por un Dios, si no son dos personas victoriosas de si mismas y dueñas de sus virtudes.
Tampoco se trata de elegir mucho porque de todos modos se puede uno estropear la vida para siempre.
Está aquel que busca a alguien para que le sirva y luego es él el que se convierte en su siervo.
O tal vez desee un ángel por esposa y aunque sea muy astuto para otra cosa se vuelve ciego cuando se trata de elegir mujer y casi siempre es el instinto animal el que a ambos los guía.
El amor debe ser la luz que los guíe hacia las alturas porque hay que aprender a amar por encima de las propias miserias.
La amargura se puede encontrar hasta en la mejor forma de amar, por esa razón el hombre tiene el anhelo del Superhombre, el anhelo del creador.
La mujer es un enigma que se soluciona sólo con el embarazo. Para una mujer el hombre es un medio para tener un hijo y para el hombre es el juego más peligroso; porque el hombre quiere dos cosas, el peligro y el juego.
El hombre tiene que ser educado para la guerra y la mujer para solaz del hombre, todo lo demás no importa.
La mujer debe descubrir al niño que hay en el hombre auténtico, porque es capaz de comprender al niño más que al hombre.
La mujer, como una piedra preciosa debe ser pura y delicada y ser valiente para enfrentar el temor de enfrentar al hombre y para amar más de lo que las amen.
Cuando la mujer ama es capaz de cualquier sacrificio pero cuando odia es mala.
La mujer debe obedecer al hombre y si el hombre va tras una mujer no debe olvidar el látigo.
No hay que ofender al hombre solitario ni ser injusto con ellos, porque no pueden olvidar ni corresponder, y si no obstante lo ofenden, además tendrán que matarlo.
Hay que tener cuidado porque la falta de amor a si mismo induce a querer el amor de otros.
El hombre debe ser apto para la guerra y la mujer para parir y ambos para danzar con la cabeza y con las piernas. El día en el que no se ha danzado se ha perdido y falsa será la verdad cuando no ha habido una sola carcajada.
Es mejor romper un matrimonio que arruinarlo con mentiras. Los mal casados no se saben vengar y son los que hacen pagar a los otros el hecho de no poder ser libres.
Hay que probar un tiempo breve para ver si son capaces de tener un buen matrimonio, porque es una gran cosa para dos personas poder estar juntos.