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Aristóteles y la Educación de los hijos

Publicado por Malena

Aristóteles y la Educación de los hijos

Los legisladores de una ciudad perfecta deberán redactar leyes para atender las necesidades de los niños desde mucho antes de nacer.

En una ciudad perfecta, estas leyes deberán asegurar las condiciones necesarias e ideales para que las parejas contraigan matrimonio.

La edad de los cónyuges debe guardar una relación conveniente y armoniosa entre sí, de modo que las facultades y capacidades de cada uno estén de acuerdo con sus funciones reproductivas y que no haya diferencias significativas en ningún momento de sus vidas, en su capacidad de tener hijos.

Las excesivas diferencias de edad en un matrimonio, son causa de discusiones, peleas y disgustos. Tampoco es beneficioso para los hijos que haya entre sus padres mucha diferencia de edad, ya que si son demasiado mayores no podrán asegurar su manutención y cuidado y si son demasiado jóvenes, no sabrán cómo hacerse respetar.

Lo ideal es que el hombre sea diez años mayor que la mujer, porque su ciclo reproductivo termina diez años después y es mejor para ambos que sus capacidades reproductivas finalicen al mismo tiempo.

Las uniones precoces no son favorables para los hijos que tengan estas parejas, porque la especie humana está sometida a la misma ley de la naturaleza que rige en los animales, que muestra que individuos demasiado jóvenes tienden a tener descendencias más frágiles y raquíticas.

Aristóteles afirma que en países donde no se respeta esta ley, la raza es pequeña y débil, además, la mujer inmadura tiene partos más difíciles y con frecuencia mueren.

Desde esta perspectiva, la edad ideal para el matrimonio, para Aristóteles, es de 18 años para las mujeres y de 37 o algo menos, para los hombres. De de esta manera, ambos concebirán a sus hijos en la etapa de mayor vigor.

Durante el embarazo, las madres deberán comer liviano y permanecer activas, manteniendo su espíritu en perfecta calma, ya que los fetos perciben las impresiones de sus madres cuando están en el útero.

Después de los cincuenta años, es conveniente dejar de engendrar hijos, para evitar concebir niños defectuosos y débiles; y la infidelidad debe considerarse algo deshonroso.

Una vez nacidos, los hijos deben ser alimentados adecuadamente con el alimento más substancial y conveniente, que es la leche.

Será bueno acostumbrar a los menores, desde su más tierna infancia, a las impresiones del frío para que crezcan fuertes; y tratar que desarrollen los buenos hábitos que necesitan para desenvolverse adecuadamente cuando sean adultos.

Los niños deben tener oportunidad de dedicarse al juego, que debe ser, generalmente, un ensayo de los trabajos que deberán realizar en el futuro.

Es un gran error reprimir los gritos y las lágrimas de los niños, porque son un medio que favorece el desarrollo y representa un ejercicio para el cuerpo.

Es conveniente que los niños no tengan acceso a los espectáculos que son indignos de un hombre libre, ni tampoco tengan oportunidad de escuchar palabras obscenas, ya que empiezan diciendo esas palabras y luego continúan con los hechos, porque es necesario proteger a la infancia, de todo lo que se relaciona con el vicio y la malevolencia.

Hasta los cinco años un niño no debe ser sometido a instrucción, pero desde los cinco a los siete años podrán asistir a las clases que recibirán más adelante formalmente.

La educación abarcará dos épocas, desde los siete años hasta la pubertad y desde la pubertad hasta los 21 años.

Fuente: «Aristóteles, Vida, pensamiento y obra»; Política; Libro IV; «Teoría General de la Ciudad Perfecta»; parte XIV «De la educación de los hijos en la ciudad perfecta» y parte XV «De la Educación durante la primera infancia»; Colección Grandes Pensadores; Ed. Planeta DeAgostini; 2007.