El Sistema Democrático
Para los revolucionarios franceses la democracia era la clave de la felicidad; para los rusos la oportunidad de la libertad política y el desarrollo económico y para los griegos, la forma de llegar a convertirse en un ser humano.
La democracia es mucho más que un sistema político de gobierno, se refiere a la posibilidad de una nueva vida, de una nueva sociedad y de una humanidad diferente.
Sin embargo, la democracia puede llevar a la tiranía. Platón afirmaba que la naturaleza de la democracia puede transformarla en su contrario, o sea en un gobierno tiránico.
Con todas sus dificultades y esfuerzos vanos por conseguir más seguridad, ocupación laboral plena y lograr terminar con la pobreza, la democracia es la prueba de la madurez política de un pueblo, que se ha liberado de la dependencia de figuras paternalistas y que está dispuesto a decidir su futuro.
Pero para que la democracia sea efectivamente el mejor régimen político es necesario que las personas que integran una nación también maduren individualmente.
La democracia exige la tolerancia y la aceptación de la fuerza política que vence en comicios libres, hasta que termine su mandato. Mientras tanto, todo opositor tendrá el poder de controlar y limitarse a fiscalizar las decisiones del gobierno elegido para que no se aparte de la ley; y mientras tanto respetar sus decisiones.
Creo que el hombre individual aún no está a la altura de lo que significa la palabra democracia, no solamente en Argentina sino también en otros países europeos, como en Francia, donde durante las elecciones presidenciales de 2002, los ciudadanos utilizaron su voto en contra del gobierno y a favor de distintos candidatos minoritarios, logrando llevar a la segunda vuelta a Jean Marie Le Pen, para días después salir a la calle para protestar por las consecuencias de dicho voto castigo.
Esta conducta no es precisamente adulta, más bien parece un afán revanchista que no deja ver más allá de la venganza; porque una democracia se reconoce principalmente como una forma de competencia pacífica entre distintos candidatos que aspiran al poder.
La falta de madurez individual ciudadana hace que esta competencia que debería ser pacífica, no lo sea, tal vez porque la inmadurez no permite a los individuos elegir al mejor candidato, sino al partido con el que está emocionalmente involucrado por mandatos internos y externos.
La democracia parece no funcionar porque exige que cada individuo, apto para votar, sea un adulto libre de todo condicionamiento social e histórico; y lamentablemente todavía existe en el mundo, una gran masa de personas que no son capaces de tomar decisiones propias, para el bien de todos los ciudadanos y de su país.
Una persona es adulta cuando es responsable, se hace cargo de sus decisiones, es cautelosa, actúa con inteligencia, no confía en cualquiera y es capaz de sancionar con fundamento.
Esta forma de democracia, elegida por seres lúcidos y no por corderos, es la que tiene las mejores posibilidades de lograr sus objetivos.
Una acción política coherente exige que los gobernantes se adapten a la coyuntura económica, social y geopolítica y no se dejen llevar por mandatos demasiado imperativos buscando destacar su protagonismo.
Un gobierno democrático gobierna para todos, no para el sector de la población que considera más vulnerable, porque todos sin excepción tienen derecho a que sean atendidas sus protestas y porque los gobiernos democráticos deben tener en cuenta a la opinión pública y no discriminar en función al poder adquisitivo de los ciudadanos.
Un gobierno democrático respeta el interés general y estimula el desarrollo de la solidaridad tratando de promover las cualidades y las facultades humanas de todos los individuos.
Para Platón, el pueblo incapaz de gobernar es el que se deja llevar por sus pasiones más que por su razón y el que está dominado por el resentimiento más que por el sentimiento cívico.
La democracia, por naturaleza, es un régimen político que no tiene que defenderse de sus enemigos sino que les tiene que ofrecer la oportunidad de expresión, porque un gobierno democrático, por naturaleza, debe tener la capacidad de responder; y porque la mejor manera de combatir a los enemigos de la democracia es facilitándoles al máximo la posibilidad de debatir.
La democracia, como la misma vida, es insegura y vulnerable, pura incertidumbre, porque no hay certezas y nadie puede estar seguro de nada.
Fuente: “Una semana de Filosofía”; Charles Pépin.