Filosofía
Inicio Filosofía de Platón El Político para Platón

El Político para Platón

Publicado por Malena

El político para Platón

Según Platón, el principio democrático es absurdo porque el gobierno lo debe ejercer una persona con el conocimiento de la verdad y el que conoce la verdad es el filósofo.

Para Platón, los políticos atenienses no tienen la más mínima idea del arte de gobernar y pueden ser relevados de sus funciones por cualquiera que crea que para ejercer el gobierno no se necesitan conocimientos especiales.

El filósofo como gobernante es el único que conoce la verdadera ruta a seguir por su pueblo y está en condiciones de superar las dificultades y las crisis porque tiene en sus manos la más alta educación posible para realizar su tarea, inspirado por el modelo ideal del mundo de las Formas.

Un gobernante debe estudiar música, gimnasia, matemáticas y astronomía, para poder acceder al mundo inteligible sin dejarse llevar por ningún interés económico que pueda interferir en el camino de la verdad.

Los elegidos como guardianes para dirigir el Estado, deben ser valientes y sanos físicamente y espiritualmente.

Recién a los treinta años se podrá evaluar si están capacitados para recibir la enseñanza de la dialéctica.

Luego de cinco años más de estudios ininterrumpidos, se probará su fortaleza para vencer las tentaciones mundanas durante quince años.

De manera que el que logre superar todo esta preparación tendrá cincuenta años, edad necesaria para llegar a vislumbrar el Bien Supremo.

El Estado perfecto para Platón es la Aristocracia, pero si las clases altas se corrompen e intentan repartirse los bienes y relegar a su pueblo a la esclavitud, esta Aristocracia se transforma en Timocracia.

La acumulación cada vez mayor de la riqueza convierte a la Timocracia en Oligarquía, dependiendo el poder político de los bienes.

Esta situación de injusticia y descontento obliga a los pobres a organizarse y tomar el poder para establecer una democracia.

Una de las características de la democracia es el deseo de libertad, y debido a la reacción lleva a la tiranía cuando el cabecilla, rodeado de sus secuaces, da un golpe de estado y se convierte en tirano.

El estado tiránico es el más despótico que existe, porque está contaminado por las ambiciones, el revanchismo y las pasiones, transformando al tirano y a su pueblo en los más infelices de los mortales.

La ciencia de gobernar, para Platón, es la más elevada y supera a todas las demás.

La diferencia entre la tiranía y la ciencia de gobernar verdadera es que la primera se basa en la coerción, mientras la segunda consiste en conducir a los ciudadanos que acepten ser guiados en forma voluntaria.

Son pocos los hombres verdaderamente dotados para ejercer el gobierno de un pueblo con la capacidad de cambiar las leyes según las circunstancias, las que serán absolutas y soberanas, que deberán ser cumplidas, condenando a muerte al que las viole.

Por lo tanto, el mejor gobierno para Platón es el que puede ejercer un solo hombre, por eso defiende la monarquía. El segundo en calidad es el gobierno de pocos hombres; y el peor de todos es cuando depende de muchos, o sea, la democracia, en los países que tienen leyes, porque en los que no las tienen el sistema de gobierno democrático es el mejor.

Cuando el poder está en muchas manos no pueden hacer ni un gran bien ni tampoco grandes males.