La democracia representativa
La democracia representativa es el sistema de gobierno en el que el soberano ejerce su poder político a través de unos representantes. Estos representantes son elegidos en las urnas, es decir, mediante sufragio. Durante un periodo de tiempo ejercen el poder en nombre del soberano. El soberano, a su vez, es el pueblo. El pueblo no ejerce su poder político de forma directa no por dejadez o por algún tipo de incapacidad, sino porque se presume que este es tan grande y se compone de tantas voces, que no podría ejercer un gobierno efectivo, lo cual sería un desastre. Hasta no hace mucho, la democracia representativa era considerada el mejor sistema político, sin embargo, en la actualidad están empezando a aparecer fracturas en esta forma de gobierno.
Algunos problemas intrínsecos de la democracia representativa
La democracia representativa es, al igual que cualquier otro sistema, político o no, imperfecta per se. Esto quiere decir que arrastrará una serie de problemas por su propia naturaleza. En primer lugar, los partidos políticos marcan líneas ideológicas y de acción que se imponen a la voluntad de los individuos. De hecho, la misma noción de «disciplina de partido» es esencialmente antidemocrática. Por otra parte, nunca queda claro si los programas políticos que ofrecen los partidos y que los electores votan representan fielmente la voluntad de los electores. En otras palabras, ¿hasta qué punto los electoras votan conforme a su voluntad? ¿No se estarán amoldando a la oferta de partidos políticos existentes, con independencia de que estos reflejen fielmente la voluntad del soberano?
Por otra parte, en las democracias representativas existe el peligroso cáncer de la corrupción política. En efecto, el uso en beneficio propio del poder político se hace evidente, sobre todo cuando nos encontramos con que antiguos gobernantes encuentran puestos de ejecutivos en empresas a las que favorecieron durante sus gobiernos (plutocracia). O casos de políticos que han robado dinero público (cleptocracia).
Por lo que al pueblo se refiere, tenderá a sentirse ajeno a la política, a pesar de ser el auténtico soberano, desentendiéndose de cuestiones y asuntos que son realmente interesantes para los individuos. De modo que la democracia representativa tiende a alimentar la desidia.
Finalmente, en una democracia representativa existe una tendencia al bipartidismo, de tal modo que la política se reduce a las luchas de dos partidos casi idénticos en la mayoría de los casos, mientras que el resto pasan totalmente desapercibidos.
¿Por qué se creía que la democracia representativa era buena y por qué ya no lo es?
La democracia representativa era considerado el sistema político con mayor viabilidad que otros, como la democracia directa o la monarquía absoluta, porque permite, a diferencia de una monarquía absoluta, un poder menos opresivo y que puede ser depuesto, además de estar divido en varios poderes; con respecto a un sistema como el de la democracia directa, resulta que la democracia representativa es factible, mientras que la democracia directa no lo es, sobre todo en el caso de países y grandes ciudades. Sin embargo, las nuevas tecnologías han dejado obsoleto el argumento que hace inviable a una democracia directa a la par que hacen viable a la democracia representativa. En efecto, tal y como están las cosas en la actualidad, la democracia representativa está obsoleta y, con toda seguridad, el mejor sistema político disponible es la democracia directa.