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La Espiritualidad

Publicado por Malena

La Espiritualidad

El propósito de la espiritualidad es volver a conectarse con la unidad de la cual la persona se encuentra separada. Este objetivo implica cambiar la forma de vivir y el concepto sobre uno mismo.

La fuente de todo está en nuestro interior y en la conciencia se encuentra toda la inteligencia del Universo.

La conciencia personal la constituyen las relaciones y la conciencia colectiva la integran los arquetipos comunes a toda la humanidad.

Ambas conciencias se pueden conectar y experimentar lo sagrado.

Las repeticiones de palabras sagradas son comunes a todas las religiones así como cualquier imagen que sugiera santidad.

Concentrarse en un arquetipo superior permite eliminar la barrera entre el yo individual aislado y el yo superior.

Distanciarse del mundo exterior permite el dominio interior y exterior, porque el hombre es mucho más que su cuerpo, es un espíritu que es más real que su cuerpo, que ha fabricado imágenes, recuerdos, sensaciones y proyecciones y que es capaz de estar más cerca de la fuente creativa.

La respiración y el espíritu es una forma de conexión y si se toma conciencia de esta conexión, se podrá reforzar esta conexión.

La vida es menos pesada cuando se experimenta la pertenencia a una conciencia superior. La senda espiritual hace la vida más sencilla.

Cada uno a su modo debe fluir, sin resistirse, sin controlar ni oponerse, despojándose de las expectativas y podrá ver que los acontecimientos se suceden en forma armónica y a su tiempo y las soluciones a los problemas llegan sin esfuerzos.

Frente a las dificultades hay que relajarse, no reaccionar y esperar, permitiendo que sea el alma, la conciencia, el espíritu, la inteligencia universal o Dios el que tome el control.

El universo tiene la solución y coopera con nuestras intenciones.

Toda genuina satisfacción proviene del interior y no del exterior. Si nuestras intenciones tienen como centro de referencia el ego no hay conexión y nuestro pedido cae en el vacío. Pero a un nivel más profundo, todo está unificado y completo y siempre se tiene una respuesta.

La mecánica del dar y recibir está en nuestro interior, a nivel del ser.

Las necesidades tienen que expresarse claramente y una vez formuladas hay que distanciarse de ellas sin comprometerse con los resultados y abiertos a lo nuevo con plena conciencia de una respuesta segura.

No se trata de tratar de conseguir más cosas sino de establecer la conexión superando el estado de separación.

Las respuestas a nuestras intenciones se pueden experimentar de distintas maneras. Por ejemplo, en caso de una enfermedad puede ocurrir que la persona se recupera en forma espontánea, o bien que el tratamiento que está recibiendo produzca el efecto deseado; que la enfermedad se mejora más rápido que lo normal sin dejando efectos menores o ninguna secuela; que la persona se sienta más segura de la recuperación, que se sienta más tranquila y menos temerosa, con una profunda paz y con una natural actitud de aceptación.

La conexión espiritual nos permite la entrada a un universo que responde al más mínimo pensamiento.

El sufrimiento tiene su base en lo irreal y para superarlo hay que buscar lo real.

Para experimentar lo real del perdón, hay que desprenderse de la culpa, el enfado, el resentimiento y la falta de dignidad, que son causa del aislamiento, sin necesidad de adoptar un marco de creencias religiosas.

La culpa es una forma de sufrimiento y la raíz del sufrimiento es la irrealidad.

Para perdonarnos a nosotros mismos o a los demás es necesario conectarse con lo real de nosotros mismos.

La regla de oro es tratar a los demás como desearíamos que nos traten a nosotros mismos, ser agradecido por la vida, apreciar a los otros en forma genuina para purificar todos los sentimientos de culpa que se encuentran encubiertos en nuestro interior.

Las culpas del pasado son sólo recuerdos, son sombras que oscurecen el presente. Hay que ser compasivo con uno mismo y dejarlas ir.

El perdón es la liberación. Enfrentarse con los fantasmas del pasado permitirá aliviar el sufrimiento presente permitiendo el perdón duradero y la paz interior.