Ilusión y Realidad
La ilusión es una imagen, representación o concepto producto de la imaginación o de una distorsión de los sentidos, que no corresponde con la realidad; es una esperanza sin fundamento lógico.
La diferencia entre una ilusión y un error es que continúa vigente aún después de reconocer que es falsa.
Para Kant, la ilusión no la produce el objeto sino el juicio que hacemos de él; y reconoce tres formas de ilusiones: empíricas, lógicas y trascendentales.
Las ilusiones empíricas se deben a errores de juicio; las lógicas las produce el no empleo de las leyes de la razón; y las ilusiones trascendentales, son las que aplican categorías empíricas a objetos trascendentales. Este tipo de ilusión es natural e inevitable porque se trata de principios subjetivos que aparecen como objetivos.
Desde el punto de vista psicológico, las ilusiones son percepciones falsas, que se producen generalmente en estado de fatiga, somnolencia, miedo u otras motivaciones de carácter patológico, como la esquizofrenia, el alcoholismo, etc.; en las que la ilusión se asemeja a una alucinación óptica.
El cine por ejemplo, es una forma de ilusión porque se percibe un movimiento que es aparente ya que se trata de imágenes inmóviles que se suceden de manera continua, que proyectadas en la pantalla dan la apariencia de movimiento.
Los sentidos nos han engañado casi siempre, por eso la ciencia, para llegar al conocimiento debe utilizar el método científico, que incluye observación y experimentación.
Para filósofos como Platón o Parménides, el mundo de las apariencias es ilusorio y sólo se pueden tener opiniones sobre él y no verdades.
Esto no significa que el mundo sensible sea inexistente, no es real pero tampoco es imaginario, lo que se intenta es probar en qué se basa el engaño de los sentidos y cuál es la realidad.
Para Descartes y también para Locke, la ilusión que causan los sentidos se debe a que sólo perciben las cualidades secundarias de los objetos pero no las primarias, y no siempre la percepción de las cualidades secundarias resulta falsa.
Para Kant, todo conocimiento procede de la experiencia, y de los conocimientos “a priori”, que no son anteriores a la experiencia sino que son independientes de ella.
La experiencia puede considerarse un conocimiento inseguro y sujeto a correcciones, y los conocimientos “a priori” son el conjunto de las condiciones de la posibilidad del conocimiento en general.
Esta estructura interna del conocimiento es un conjunto de verdades “a priori” que garantiza su legitimidad.
Por ejemplo, para Kant, la intuición divina crea el objeto en el momento en que una persona lo piensa, porque Dios no puede tener una representación de algo externo a Él, ya que en Él todo está incluido.
La intuición humana es finita, receptiva y sensible y el conocimiento humano recibe impresiones de los objetos mediante los sentidos.
La sensación es el contenido sensible de la representación de un objeto y constituye el elemento a posteriori de la representación sensible.
El espacio y el tiempo son las formas de nuestra sensibilidad o intuiciones puras.
Fuente: «Diccionario abreviado de filosofía»; José Ferrater Mora.