Compra de Sexo
La prostitución es el oficio más antiguo del mundo y las razones pueden ser muchas. Esta práctica parece evidenciar que los hombres que solicitan estos servicios tienen dificultades para relacionarse sexualmente, o sea que en cierta forma pueden sentirse incapaces de hacer que una mujer los acepte sin pagar.
Son muchos los que están dispuestos a tener sexo con una prostituta, pero lo que pasa dentro de las cuatro paredes de una habitación sólo lo saben los protagonistas.
Algunos afirman que no siempre realizan sólo el acto sexual, sino que también suelen hablar de sus problemas con alguien que supuestamente los comprendan.
Es frecuente que estos hombres contraten siempre los servicios de una misma mujer, porque se sienten mejor con alguien que ya conocen, pueden hablar de distintos temas, contarles sus cosas y sentirse muy bien con sólo eso.
En algunos casos se transforma en una forma de terapia silvestre con alguien que le ofrezca otro punto de vista y su capacidad de discernimiento.
Los candidatos firmes para comprar estos servicios son los hombres tímidos con baja autoestima, los curiosos que creen que se están perdiendo algo, los novatos que quieren aprender, los hombres solitarios, los ejecutivos que están de viaje y en general todos aquellos que tienen espíritu errante y no se quieren atar a nada.
A pesar de que en algunos países es una práctica ilegal, es un negocio que reporta enormes ganancias, porque existen cada vez más consumidores dispuestos a pagar buenas sumas para tener sexo.
La razón puede ser el individualismo actual y la cosificación humana, que considera a una mujer como una mercadería más en un mundo donde todo se compra y se vende; y no hay distinción de clases para estas transacciones, porque los clientes pueden ser de cualquier condición social.
Es un buen negocio tanto para las prostitutas como para los que las protegen, que en general también pueden estar relacionados con el mundo de la droga y el juego.
Según un estudio realizado por la Fundación Rosa Luxemburg, así como hay clientes que sólo buscan el placer inmediato, tal vez desilusionados del amor o para hacer realidad sus fantasías eróticas, también hay otros que creen que pueden lograr con una prostituta una relación afectiva.
Dietler Kleiber realizó una tipología de clientes de prostitución hace diez años en Berlin, con seiscientos habituales usuarios y pudo comprobar que era frecuente el tipo de cliente romántico que buscaba intimidad y acercamiento, más allá del sexo. A la mayoría de los hombres encuestados las prostitutas les parecían mujeres inteligentes y simpáticas, que incluso les gustaría conocer más a fondo.
Una prostituta satisface las necesidades insatisfechas de los hombres, quienes no necesitan esforzarse demasiado y se pueden preocupar sólo en ellos mismos sin dar explicaciones; y las prostitutas son amables y los comprenden y jamás los rechazarán. Son como sus madres, que los aceptaban sin condiciones.
Con una prostituta el hombre tiene la posibilidad de afirmar su identidad heterosexual o bien probar el placer de efectivizar su homosexualidad latente.
En la Universidad de Berlin, Sabine Grenz afirma que el hombre busca un imposible en una prostituta: que sean sinceras y que funcionen como una máquina, porque todo hombre no se conforma con el servicio sólo por el dinero, además pretende inspirar algo más.
En la Universidad de Yale, en New Haven, Janet Lever comprobó que los clientes trataban de lograr un vínculo más personal con las prostitutas, quienes por su parte siempre tratan de evitar este tipo de vínculo que puede malograr su negocio, ya que se sabe que para poder vender intimidad hay que bloquearse emocionalmente.
La fantasía oculta de un hombre que compra sexo es de conseguir dominar a una mujer, ya que el dominio sobre la pareja lo hace más potente.
Esto se ha comprobado en animales, Ruth Benedict, antropóloga norteamericana, convivió muchos años con simios y pudo constatar que el macho dominante del grupo era también el más potente sexualmente.
Fuente: Revista «Investigación y Ciencia-Mente y Cerebro», «El cliente de la prostitución», Nikolas Westerhoff. Enero/febrero/2010