El Dinero como Símbolo
El dinero ante todo representa poder; poder para adquirir bienes y servicios, para tener un determinado status social, y para condicionar todas nuestras relaciones.
En una sociedad donde prevalece el slogan “tanto tienes, tanto vales”, es difícil que el dinero no sea usado como valor agregado.
Por ejemplo, en una relación conyugal, quién tiene el dinero es el que toma las decisiones que implican gastos, y cuando sólo es uno de los dos el proveedor, el dinero se encarga de establecer la diferencia entre quién es el que domina y quién no.
Porque tal como decía Marx, lo económico es lo más importante, en última instancia.
Por esta razón, si ambos tienen dinero propio es mejor, porque cada uno puede decidir gastar en lo que le interesa, ya sea en cosas que son comunes como en objetos personales; y aunque es importante que los dos estén de acuerdo en las cosas comunes, cada uno tiene la posibilidad de actuar individualmente si realmente considera que vale la pena el riesgo de actuar sin acuerdo previo.
Para una mujer, no es fácil tener dos hijos y al mismo tiempo trabajar ocho horas. Suele estar cansada cuando vuelve al hogar y perder la paciencia con facilidad, cuando la superan los problemas cotidianos; más si su marido se ocupa sólo de su trabajo y no la ayuda con las obligaciones de la casa
No siempre los hombres son tan generosos como para mantener la casa y además ayudar con los quehaceres, pero también es muy importante la actitud de la mujer, si es que decide renunciar a ella misma o si desea continuar con su crecimiento y desarrollo personal con plena convicción.
El hombre dentro de la cultura machista en que vivimos, se siente mejor cuando puede mantener a su familia y cuando tiene una esposa que se ocupa de su casa y de los hijos, de manera que él pueda disponer del tiempo necesario para trabajar tranquilo.
Este hombre permanece alejado del escenario familiar y no participa en la educación de sus hijos, perpetuando este paradigma para las próximas generaciones.
Hasta no hace muchos años, era difícil que una mujer se desentendiera del control de la casa para ejercer su profesión; o que para hacer su trabajo fuera del hogar, accediera a dedicarle todo el día y además, tener compromisos laborales fuera de horario, sin condiciones, como un hombre.
Este motivo por lo general, es el que entorpecía y aún hoy puede entorpecer la oportunidad de ascenso laboral a las mujeres en la sociedad en que vivimos.
Una prueba de estas situación es el hecho que los hombres todavía son los que ocupan la mayoría de los cargos jerárquicos en las empresas.
Este panorama está cambiando, así como también están cambiando en las grandes ciudades los roles del hombre y de la mujer.
Los cambios le han dado a la mujer el lugar que le corresponde socialmente pero han producido también un deterioro en las relaciones conyugales o de pareja y han perjudicado la educación y el cuidado de los hijos. Porque el hombre no ha sabido acompañar estos cambios y ha quedado descolocado; y aún hoy no ha podido encontrar su nuevo rol.
El dinero que gana una mujer con su trabajo, es el símbolo de su libertad de elección. Si puede hacerse cargo de todos los gastos y su esposo no está a la altura de ese cambio, su relación matrimonial peligra porque es difícil que esté dispuesta a aceptar a asumir sola un doble rol que la desgaste y la amargue la vida.
Por esta razón, el hombre moderno está eligiendo el no compromiso para evitar tener que enfrentar este nuevo estado de cosas.
Entonces, en lugar de tener esposa e hijos, prefieren tener relaciones no formales y en su lugar se inclinan hacia las cosas y la satisfacción de necesidades cada vez más sofisticadas que satisfacen su tendencia hacia a un hedonismo egocéntrico, con tal de no aceptar el cambio.