Valores compartidos
La longevidad del estoicismo es considerable. Surgió de la mano de Zenón en el siglo III a. C. y todavía durante el Imperio Romano mantenía su fuerza, hasta el punto de un emperador como Marco Aurelio era un estoico confeso. También personajes ilustres de la Roma Imperial, como Séneca, consejero de Nerón, fueron destacados estoicos. Durante todos esos siglos, la filosofía estoica fue perfilándose y modificándose en ciertos aspectos. Por eso a lo largo de su historia nos encontramos con diferentes grupos de estoicos. Algo que ocurre especialmente en lo que se refiere a la estética.
Así, nos encontramos con los conocidos como estoicos extremos, que entendían que la belleza tenía que estar subordinada a la virtud de manera incondicional, sin ambages. Así que, como consecuencia de ello, no prestaron mucha atención a la estética, ya que la consideraban francamente secundaria. Frente a ellos, se encuentran otros estoicos, como Aristón o Posidonio, que sí que se dedicaron más en sus estudios a tratar sobre estética.
El estoicismo contra sus rivales
El estoicismo como escuela, durante sus siglos de existencia, se encontró en una situación que podríamos decir que privilegiada, por lo menos a la hora de conseguir adeptos. Y es que sus rivales en el campo del pensamiento tenían ciertos problemas de los que el estoicismo carecía. Así, el platonismo se consideraba bastante ambiguo, el aristotelismo muy especializado y el escepticismo era, realmente, negativo en exceso. Así que eran el epicureísmo y el estoicismo las dos corrientes de pensamiento que más aceptación tenían entre los griegos.
Sin embargo, respecto al arte, como ya hemos visto, Epicuro no es que estuviera muy interesado en tratar sobre la estética, además, no veía el arte con muy buenos ojos. Por lo que quedaba el camino bastante franco para los estoicos.
Claro, ya hemos visto que tampoco los estoicos daban mucha importancia a la estética ni al arte, sin embargo, su visión no era tan negativa como la del resto de escuelas filosóficas helénicas, lo que por otra parte tampoco era muy difícil, así que las opiniones del estoicismo respecto al arte terminaron por tener bastante importancia durante el helenismo.
Los valores compartidos
Como suele ocurrir, los valores dentro de una misma escuela suelen impregnar todos los campos de pensamiento a los que los seguidores de dicha se dediquen. Y, claro, el estoicismo no es diferente. Así que teniendo en cuenta que para los estoicos había dos concepciones a las que había que supeditar todo lo demás, será esto precisamente lo que ocurra con la estética.
A decir de los estoicos los valores supremos son, y deben ser, los morales. Así que los valores estéticos tendrán que supeditarse a ellos. Lo que marcará claramente los límites del arte, que distará mucho de ser independiente.
Pero, además, la teoría del arte estoica también se desarrolló sobre el otro pilar del estoicismo; a saber, su teoría del Logos. Según esta concepción, el mundo, las leyes del universo, se rigen por la razón. Lo que, entre otras cosas, determinará su negación a desesperarse por lo que sucede, sea lo que sea, puesto que todo lo ocurra será “razonable”. Sencillamente, la belleza y perfección que veía Platón en el mundo de las Ideas, lo verán los estoicos en el mundo sensible.
Así, será esta última característica, lo que posibilito que la estética estoica, a decir de Tatarkiewicz fuese una estética optimista.
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