Razón, sentimientos y oído
Respecto a la estética de la música griega la dicotomía entre la vertiente ética y la positivista no era la única existente. Es cierto que la discusión al respecto ocupó siglos a los pensadores que dedicaron parte de su vida a la música. Desde los pitagóricos hasta la época helenística se sucedieron los debates (y más tarde también, pero ya es algo que se escapa al análisis que estamos llevando aquí).
Así, los historiadores tienden a diferenciar entre diversas corrientes, distinguiendo entre “canonistas”, “armónicos”, “eticistas” y “formalistas”. Los primeros serían los pitagóricos, los segundos los seguidores de Aristóteles y los terceros los de Platón.
Como vemos, en esta clasificación aparecen separadas figuras como las de Platón y la de los pitagóricos, que en la disputa entre éticos y positivistas los habíamos presentado como unidos. Esto sucede porque, como hemos dicho, existían más controversias que los separaban, por un lado; y, por otro, porque ni tan siquiera los propios pitagóricos, por seguir con el ejemplo, estaban unidos en su concepción del ethos de la música, ya que algunos le daban más importancia a la vertiente ética de la música y otros se interesaban más por su aspecto matemático. Vaya, que realmente no es nada fácil hacer una clasificación consistente.
El juicio sobre la música
Otra importante disputa, aparte de la ya mencionada, era la que se fundamenta sobre el tipo de juicio que hacemos sobre la música. O, mejor dicho, cómo lo llevamos a cabo. En que nos basamos para llevarlo a cabo. ¿En la razón o en los sentimientos?
Es decir, podemos analizarla, llevar un cálculo preciso, guiarnos, en definitiva, por la razón; o, por el contrario, solamente importa el placer que sentimos al escuchar una canción, a la belleza que percibamos en ella, a través de lo que sentimos, sin llevar a cabo ningún análisis racional.
Naturalmente, los pitagóricos, en esta disputa, eran partidarios de la primera postura, de que la razón es la que nos permite juzgar la música. Por el contrario, el segundo planteamiento era defendido por los sofistas. Para aquellos la música tenía un carácter racional, para éstos irracional. Aquellos que la miraban desde un punto de vista racional, claro, entendían que se podía hacer un juicio objetivo de ella. Los otros, los irracionales, no eran de esa opinión, al contrario, consideraban que el único juicio que se podía emitir era el subjetivo.
Curiosamente, en esta disputa Platón estaría de parte de los sofistas, ya que consideraba a la música irracional y subjetiva. El gran enemigo de los sofistas no siempre estaba frente a sus ideas.
Respecto a esta idea surgió en la época helenística una tercera vertiente, que negaba que fuera la razón o los sentimientos los que nos permiten juzgar la música. No, ni una ni otros sino el oído, «en las impresiones sensoriales». Esta postura fue la de Aristóxeno y, también, la de los estoicos.
Según esta postura, existían dos tipos de impresiones, las espontáneas (como el percibir que se tiene frío o calor) y las educadas o aprendidas. La música formaría parte de estas últimas. Y aunque tenga un elemento sensorial, también es racional y objetiva, de ahí que se pueda estudiar.
Imagen: aulamusicaldelestudiante.blogspot.com.es