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El «ethos» de la música

Publicado por Ruben Avila

ethos de la músicaA lo largo de estos últimos artículos, donde estamos analizando la estética de la música helénica y helenística, hemos hecho múltiples referencias a un concepto muy arraigado entre los griegos. Me estoy refiriendo, lo habréis averiguado por el título del artículo —y porque seguro que sois muy perspicaces y nos seguís con asiduidad—, al ethos de la música. Una idea que se fue desarrollando y profundizando a lo largo de los años, puesto que estaba completamente arraigada en la idea que tenían los griegos de la música.

A la tesis primigenia, de que la música influenciaba en el carácter humano, se fue elaborando una lista de qué clase de influencia realmente tenía, haciendo una división dependiendo de si los efectos eran negativos o positivos. Porque sí, terminaron por creer que había tipos de música que tenían un efecto moral positivo y otra clase de música, sin embargo, tenía unos efectos completamente negativos.

Hay que tener en cuenta que la tonalidad musical variaba dependiendo del pueblo, o tribus, para entendernos mejor, ya que no nos estamos refiriendo a una ciudad o villa.

Así, la jónica era mucho más suave que la dórica, muy austera. Diversidad, relativamente pobre, que se amplió con la música proveniente de oriente, tanto la de Frigia como la de Lidia, ambas muy distantes sobre todo de la dórica, que era considerada la música griega genuina. La frigia en concreto tenía una tonalidad muy alta, que contrastaba con lo bajos que eran los tonos utilizados de la música tradicional griega.

Pero aquí no residían todas las diferencias. También en el tipo de instrumento preponderante en unas y otras. Concretamente, la cítara en la dórica y la flauta en la frigia. Y en el tipo de música que se utilizaba para los diferentes ritos. Así, la primera se utilizaba en el culto a Apolo y la segunda en el de Dionisos y en el culto a los muertos.

Estas diferencias son completamente razonables, teniendo el tipo de música y de dioses a los que se adoraba. Apolo no podría ser recibido con la tonalidad frigia, el dios del orden, de la belleza, necesita algo mucho más austero y menos exótico. Y lo mismo, pero al contrario, sucede con Dionisos, un dios excesivo —Baco para los romanos— que chocaba con la tonalidad y las intenciones de la música dórica.

Es fácil entender que la entrada de la música oriental actuó como un terremoto para los griegos. Pero no lo dudaron. La dórica, su música, la de toda la vida, era tranquilizadora e incluso reconstituyente, mientras que la venida del este era excitante, orgiástica —Apolo vs Dionisos, como lo mostró Nietzsche en su El nacimiento de la tragedia—.

Pero, ¿de qué lado se situarían los grandes filósofos griegos? ¿Qué pensaban los pitagóricos, Platón, Aristóteles…? Bien, si nos habéis seguido hasta aquí es probable que sepáis la respuesta, pero aun así, vamos a dejarla para el próximo artículo, donde la veremos con mayor profusión. Además, no nos quedaremos solamente con la visión helénica, también indagaremos en la helenística.

Imagen: buhocratas.wordpress.com