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Los problemas de la música

Publicado por Ruben Avila

los problemas de la músicaAsegurábamos en nuestro último artículo que la visión preponderante de la música griega era la pitagórico-platónica, que la entendía desde un punto de vista ético y metafísico, frente a la visión sofista, que entendía la música meramente como divertimento, como propiciadora de placer. Al margen de estas dos visiones se encontraba la escuela peripatética… Bueno, al margen no es el término adecuado. Más bien podríamos decir en paralelo. Al margen supondría que no le interesaba el debate, que no sabía nada de él y no tenía que aportar nada. Pero esto no es así. Pero, la escuela peripatética, siguiendo la metodología aristotélica era más precisa que las anteriores, y en el campo de la música, se dedicó a realizar estudios empíricos que pretendían librarse de los ropajes metafísicos y éticos.

Así, nos encontramos con un libro los Problemas donde se confinan varios de los principales problemas respecto de la estética de la música griega. Siguiendo a Tatarkiewicz, vamos a ver algunos de ellos:

Uno de las cuestiones que se preguntaban los peripatéticos en el citado libro es « ¿cuándo los sonidos son armónicos y alegran el oído?» (la formulación de la pregunta no es literal de los Problemas). La respuesta que daban era profundamente pitagórica, ya que consideraban que eran armónicos y alegraban a nuestros oídos cuando se da entre los sonidos una relación numérica.

Por otra parte, y siguiendo el hilo anterior, también se preguntaban por qué dan placer los ritmos, las armonías y las melodías, respondiendo que tiene un carácter natural e innato, que es debido en parte por la costumbre y que tiene «su origen en el número, en el equilibrio, en el orden y en la proporción». Todas estas cosas nos agradan porque son agradables por naturaleza.

También se preguntaban por qué las voces graves nos resultan más agradables que las agudas, respondiendo que porque la voz aguda nos parecía parte de la debilidad del hombre. Lo que parece tener que ver con el carácter y esa corriente ética de la música.

Otra de las cuestiones que se planteaban era por qué el canto nos proporciona más placer que los instrumentos e, incluso, cuál es la razón de que ese placer disminuya si el canto no contiene palabras. Para ellos, la respuesta estribaba en que las palabras aportaban a la armonía propia de la música, la imitación. Aquí descubrimos la teoría aristotélica de la mimesis, de la que ya hemos hablado en anteriores artículos.

Por último, —en Problemas tratan más problemas pero nosotros lo dejaremos aquí— también se preguntaban cuál es el motivo para que sintamos más placer al escuchar un canto que ya hayamos escuchado antes y, por tanto, nos sea conocido, que uno que lo escuchemos por primera vez. Para ellos, esto es sin duda porque sumamos el placer del reconocimiento.

Naturalmente, no tenemos por qué coincidir ni con el planteamiento de algunas preguntas (o con el de ninguna), ni con las respuestas que los peripatéticos les daban. Pero es útil conocerlas y, por qué no, dar las nuestras propias.

Imagen: holasoywaripolo.blogspot.com.es