Arte ecléctico
Decíamos hace unos días que los eclécticos no tuvieron mayor problema a la hora de definir a la belleza, puesto que en lo importante había cierto consenso entre las principales sectas filosóficas de la antigüedad, y como la tarea ecléctica era más de síntesis de las teorías ya existentes que de innovación, no cabe duda de que el consenso sobre un tema les facilitaba el trabajo. Y aunque de la síntesis pudieran surgir ideas novedosas, como así ocurría —aunque, como también dijimos, desconocemos a ciencia cierta si es novedad o una teoría referenciada cuyas fuentes se han perdido—, su primer fundamento era escoger de todo lo mejor. De todo lo existente hasta ese momento, se entiende.
Así las cosas, en lo que respecta al arte se encontraban en una situación similar al de la belleza, puesto que a grandes rasgos también existía un consenso general entre las escuelas de las que bebía principalmente el eclecticismo —a saber: los seguidores de Aristóteles, peripatéticos; los de Platón, los académicos; y los estoicos—. A pesar de que se formulara de diferentes formas, el contenido era el mismo. Es decir, en Grecia sólo existía una forma de entender el arte.
Sin embargo, Cicerón introdujo cierta variante en este concepto al entender que todo trabajo que resultase de las manos del hombre tenía que ser entendido como arte, además de suponer que «el arte trata de las cosas que se conocen», por lo que debe haber conocimiento.
Tampoco parece que sea una novedad terrible, ya que, en general, se entendía arte aquello que fuese una creación humana, de ahí que fuera arte tanto cantar como hacer zapatos. Siendo arte, entonces, tanto la habilidad como la producción. Condicionando la primera a la segunda, aunque pudiéndose dar habilidad sin producción.
Cicerón, y esto sí es más novedoso, trató de diferenciar ambos conceptos. De manera que en su Academica distingue entre dos tipos de arte: