Cicerón entendía el arte desde un punto de vista plural. Es decir, consideraba que no existía una única forma de entender y de crear arte. Y no sólo me refiero a que asumía la existencia de distintas disciplina, pues resulta bastante evidente que la pintura no es lo mismo que la arquitectura o que la poesía. La afirmación anterior significa más bien que el pensador romano no asumía una concepción bastante extendida en la antigüedad y por la que se entendía que existía un principio rector por el que se debían regir todos los artistas, independientemente de la disciplina artística a la que lo aplicasen, y que atañía tanto al arte como a la belleza. Una concepción defendida y extendida tanto por los pitagóricos como por Platón y sus discípulos.
Por el contrario, Cicerón veía que diferentes pintores con técnicas diferentes llegaban a la belleza desde caminos divergentes, donde su arte también era diferente y no por ello eran unos peores que otros. Podían ser igual de excelsos e igualmente admirados, puesto que: