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Ortega y Gasset – El amor y la historia

Publicado por Malena

ortega y gasset - el amor y la historia

Cuando fracasa en el amor la gente cree que se ha equivocado, pero la equivocación no existe en el amor, la persona elegida siempre es lo que pareció ser en un principio pero que no se quiso ver, y luego se sufren las consecuencias de ese modo de ser.

Porque cuando vemos a un ser humano vemos la totalidad, vemos un cuerpo y percibimos psicológicamente un alma.

Las personas no pueden evitar revelar su condición íntima, tal vez no se pueda emitir un concepto sobre esta condición pero se la puede ver y ésta también es una forma de saber.

Ese saber visual nos sirve para poder diferenciar lo que vemos y apreciar los matices, especialmente en la percepción del amor, porque cuando una persona se enamora de un físico también se enamora del modo de ser de ese físico.

La mujer sin embargo se entusiasma menos eróticamente con la belleza masculina ya que es menos frecuente que disocie entre el placer sexual y el afecto o entusiasmo que siente.

El amor modela el destino individual porque ejerce una notable influencia en el curso de la vida.

La influencia de la mujer sobre el hombre es invisible y actúa como la atmósfera en las plantas, imprimiendo su alma con su forma peculiar de ver el mundo.

Si extrapolamos la idea de que el amor es una elección profunda al ámbito de una generación completa, tendremos como resultado cierta forma media de preferencia amorosa.

Cada generación parece preferir un tipo general de varón y otro tipo general de mujer, pudiéndose inferir que en cada época se casan más mujeres de cierto tipo y no tanto de otros.

Ese tipo de mujer se va modelando a través de la historia a fuerza de coincidir en elegirlo la mayoría de los hombres.

Un cambio mínimo en la mujer preferida por los hombres en una determinada generación puede modificar la historia durante los próximos treinta años, aunque éste no sea el único factor que cambie la historia.

En el hogar domina el clima que la mujer impone y lo que ella es; y aunque el hombre se empeñe en mandar, su intervención en la casa no es central, ni permanente. El ambiente doméstico viene de la madre y es el que reciben los hijos.

Lo decisivo en la historia de un pueblo es el hombre medio; los grandes hombres, las figuras excelsas sólo influyen históricamente en la medida que su ejemplo es absorbido por el hombre medio. La historia pues, parece ser el reino de lo mediocre.

Los genios tropiezan con la fuerza ilimitada de lo vulgar; y el mundo parece estar hecho para que el hombre medio reine. Por esta razón es importante elevar ese nivel medio lo más posible; porque lo que hace grande a un pueblo no son sus genios sino la altura de sus innumerables mediocres.

Sin embargo, para que los hombres medios eleven su altura necesitan ser influenciados por los genios; porque esa influencia es la que rompe la inercia de la muchedumbre; pero cuando la masa es indócil no se perfecciona.

Los historiadores se ocupan de lo extraordinario, pero la realidad histórica es lo cotidiano, el océano de mediocridad que hace desaparecer todo lo sobresaliente.

Si gobierna lo cotidiano, el factor de primer orden es la mujer, cuya alma es extremadamente cotidiana, ya que el hombre tiende a la aventura y al cambio y es la mujer la que crea los oficios, el trabajo, la primera agricultura, la recolección y el arte de la cerámica.

La tendencia sentimental de la generación anterior y de la actual, ha dependido y depende en gran medida de las instituciones políticas.

Si comparamos la selección sexual de cada generación con la teoría de la selección natural de Darwin, tanto el hombre como la mujer no han colaborado nunca con la perfección de la especie, porque eligen siempre los ejemplares que están más lejos de la perfección, ya que la genialidad parece ser lo que menos les interesa.

Fuente: Ortega y Gasset, Vida, pensamiento y Obra, Colección Grandes pensadores, Ed. Planeta DeAgostini, 2007.