Lotería natural
Rawls trató una idea a la que ha dado muchas vueltas desde entonces. Me estoy refiriendo al concepto de “lotería natural”. Para el filósofo estadounidense era imposible pensar que los méritos de una persona dependían en exclusiva de esa persona. En tanto y cuanto, por ejemplo, existe la institución de la familia ya se hace depender de la suerte (de en qué familia se ha nacido) parte de los méritos futuros. Y esto es relevante porque mientras otras dificultades entran dentro de lo que no debería existir (la guerra, un Estado dictatorial, etc.), la familia es una institución defendible. La familia está ahí y se supone que debe estar ahí. Así que hay que asumir cierto grado de desigualdad, aunque sea dentro del ámbito familiar, incluso aunque el Estado trate de reducir o minimizar el resto de desigualdades posibles.
Así las cosas, nos encontramos con que la suerte es sumamente importante en nuestra vida. Se puede abogar por el trabajo duro, por el talento natural o por lo que queramos, pero sin suerte es difícil que no fracasemos. Pero podemos distinguir dos tipo de ellas, la que los anglosajones conocen por brute luck y la opcional.
La primera sería aquella de la que no dependen nuestros actos. Nacer con determinada disposición genética, por ejemplo, sería un caso elocuente de este tipo de suerte. Aquí el sujeto que la padece no hace nada para decantarla de un lado o de otro. Es completamente pasivo, no se le puede echar la culpa de su mala suerte.
Por el contrario, el segundo tipo de suerte, la opcional, depende en exclusiva de las decisiones del sujeto. Girar a la derecha en lugar de a la izquierda. Entrar al casino y jugarse todos los ahorros al negro o no hacerlo. Atiborrarse de analgésicos o aguantar. Lo que sea, da lo mismo. Son las elecciones diarias, hasta la más pequeña, que hacen que nuestras vidas tomen un rumbo u otro.
En teoría, por lo menos desde ciertos puntos de vistas ideológicos, la “suerte bruta” debería de ser compensada (en caso de ser negativa), puesto que el sujeto no es culpable de lo acaecido; mientras que la suerte opcional no, ya que en este caso tendría que dominar el principio de responsabilidad, por el cual, desde una postura liberal, cada uno tiene que apechugar con las consecuencias de sus acciones.
Sin embargo, llegado a este punto nos encontramos con un interesante escollo, y es que, a la luz del conocimiento científico actual (y de lo que parece va a ser futuro), se hace bastante complicado determinar qué acciones son realmente escogidas por el yo.
Por un lado, atendiendo al entorno, descubrimos que el condicionamiento social es crucial en nuestras elecciones, gustos y pensamientos. Lo que hemos aprendido en el entorno familiar, en la escuela, con lo amigos, la televisión, etc., en definitiva, en el conjunto de interacciones con nuestro entorno determinan en gran medida lo que queremos. Por otro lado, atendiendo a la genética, la meiosis ya supone una selección de rasgos importantes de lo que seremos cuando nazcamos (si es que lo hacemos).
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