Panglós o cuando todo está bien
Panglós, el filósofo del Candido de Voltaire, aseguraba que el mundo estaba organizado de tal forma que todo era óptimo, da igual lo que sucediera, la disposición de las cosas era la mejor posible. Naturalmente, las desgracias que acaecen a los personajes durante toda la obra pretenden negar tal pretensión. Y es que no es una tesis planteada sólo por un personaje de ficción, con una postura bastante caricaturesca, no. Muchos pensadores a lo largo de la historia han pensado de manera similar.
De dicha opinión era uno de los filósofos más importantes de nuestra historia (es bien cierto que depende a quién interroguemos, porque si fuéramos a preguntarle a Schopenhauer no saldrían más que improperios de su boca), como es Hegel, que nos dejó una frase al respecto bastante esclarecedora: todo lo real es racional y lo racional es real. Es decir, lo que es es como deber ser. Si conjugamos esta afirmación con su idea del avance inexorable de la historia, tenemos a Panglós mirándonos, asintiendo con cara de felicidad.
En este punto, realmente, nos encontramos con dos tipos de tesis. Por un lado, la idea de que lo que existe es lo mejor que puede existir; y, por otro lado, que siempre estamos avanzando hacia un mundo mejor. Claro, aparentemente, ambas afirmaciones parecen contradictorias. Si ya vivimos en el mejor de los mundos posibles… ¿cómo demonios vamos a mejorar?
Bien, aquí es probablemente donde el filósofo que dibujó Voltaire y el alemán Hegel discrepen. No, para este último no es que no se pueda mejorar, al contrario. Pero resulta, que para que la historia avance, lo debe hacer por un camino concreto, que es el de los hechos reales, los acontecimientos históricos. Si estos no fueran los correctos, tal avance no sucedería. Así que nos encontramos con que lo que ocurre es lo mejor que puede ocurrir para que se dé tal avance, incluso aunque para un momento concreto no sea una buena alternativa. Es así, realmente, como la tesis hegeliana escapa de la crítica volteriana, ejercida a través de Panglós. Ya que mientras éste aseguraba que el mundo es perfecto como está, Hegel decía que lo es pero para poder mejorar, para poder llegar algún día a un mundo realmente perfecto (algo de lo que el filósofo alemán estaba convencido).
Por supuesto, estas tesis son como la providencia divina. Al igual que los camino del señor son inescrutables (y debemos aceptar todo lo que nos suceda, desgracias incluidas, como así hacía Job), así lo son los del Espíritu (que es el verdadero artífice, según Hegel, del avance de la historia). Una forma muy útil de evadirse de las críticas al llevar la carga de la prueba al futuro, un futuro que nunca llegará y que, evidentemente, el formulante de la crítica nunca verá. Todo lo que suceda será un bien o un mal necesario para el objetivo final. Ante eso, lo único que se puede hacer es lamentarse de la mala suerte o congratularse de la buena suerte, pero, sobre todo, felicitarse porque el futuro siempre será mejor, ¿o no?
Imagen: aprenderparaeducar.com