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La vida y la dignidad humana

Publicado por Ruben Avila

dignidadAunque no sepamos definirla cualquier persona tiene una noción de dignidad. En realidad existen muchas acepciones que tratan de aprehenderla, aunque la mayoría (si no todas) yerran en su intento. En cualquier caso, no conozco a ninguna persona que no se considere poseedora de dignidad. Tal vez se la niegue a alguno de sus semejantes, pero nunca a sí misma. Aunque no todas situarán el listón a la misma altura. Lo que para algunas serán condiciones de esclavitud que atentan contra la dignidad de una persona, para otras puede que simplemente sean las que corresponden a un trabajo duro. Y aunque haya una distancia abismal entre una idea y otra, en este artículo no queremos entrar en ello. Porque probablemente sea necesario llevar a cabo una distinción previa.

He escuchado y leído varias veces (demasiadas en mi opinión) cómo se mezcla la dignidad con llevar una vida digna, con resultados francamente deprimentes. Pero acerquémonos, aunque sea someramente, a la distinción necesaria.

Dignidad

Todavía no hemos dicho qué es la dignidad, y no vamos a hacerlo en las líneas que siguen, pero lo que sí podemos hacer es determinar una de sus características: es absoluta, indivisible y no-intercambiable. Independientemente de la noción de dignidad que se tenga, siempre se le otorgará las características anteriores. Ni se puede concebir como una moneda de cambio, ni se puede vender un pedazo de ella. También es difícil considerar la dignidad, por lo menos humana, como graduable dependiendo de la persona a la que nos refiramos. O se tiene o no se tiene, pero no se posee un poquito más o un poquito menos de dignidad.

La vida digna

De una persona que ha crecido atado y encerrado en un sótano, como el Segismundo de La vida es sueño, no se podrá decir que lleve una vida digna. Al contrario, es completamente indigna. Pero precisamente lo será porque dicha persona tiene dignidad, la cual quedará intacta independientemente de sus condiciones de vida.

Si confundimos ambos términos, supondremos que un esclavo al no llevar una vida digna tampoco poseerá dignidad. Y, claro, sin dignidad es evidente que tampoco se tendrá una vida digna, por lo que se deducirá equivocadamente que es esclavo porque su condición es lo que requiere.

La confusión terminológica conlleva un trasvase de características de un término a otro, convirtiendo la dignidad en graduable, al igual que la vida digna. Porque esta última, en efecto, sí que es mesurable. Una persona que sea azotada cada media hora para divertimento de los que le rodean, llevará una vida menos digna que otra a la que no se le azote de manera arbitraria, tenga libertad de movimiento y pueda llevar a cabo sus planes de vida (dentro de lo razonable). Pero ambas poseerán el mismo grado de dignidad.

De hecho, será la propia dignidad la que mida cuán digna es una vida. Aunque esta medida ya dependerá de las características complementarias (al margen de las que hemos considerado) que se le otorgue al concepto de dignidad. Una aproximación que consideramos muy positiva es la que hace a la misma la declaración de los derechos humanos. Pero entrar en más detalles es algo que desborda la intención del presente artículo.

Imagen: ediciona.com