La vida es sueño
¿Qué diferencia hay entre un rey que sueña todas las noches que es un zapatero remendón y un zapatero remendón que sueña todas las noches que es un rey? Más si cabe, si ambos dedican las mismas horas al sueño que a la vigilia. Esto se preguntaba Pascal en sus Pensamientos y aunque en un primer momento la respuesta pueda resultar evidente, probablemente no lo sea tanto.
En ayuda del filósofo francés también tenemos al romántico Hölderlin, que hacía asegurar a su Hiperión que «el hombre es un dios cuando sueña pero un mendigo cuando reflexiona». La brutalidad de esta frase es tal que es difícil no estremecerse ante ella, a nada que dediquemos unos segundos a reflexionar…
Como decía al principio, frente al dilema planteado probablemente se pretenda responder que sin duda alguna es mejor ser rey de día aunque por las noches se sueñe uno entre zapatos y remiendos. El castillo, las joyas, y todo lo que queramos estará a nuestros pies, dispondremos de ello cuando deseemos. Por el contrario, el zapatero que sueña ser rey no podrá poseer nada, todo será humo, una mentira nocturna que se desvanece cada mañana, cuando tiene que madrugar para abrir su zapatería y poner la mejor cara posible, mientras anhela las riquezas que creía poseer la noche anterior.
Desde este punto de vista no hay lugar a dudas, ¡mejor ser rey que zapatero aunque por las noches se cambien las tornas!
Ahora imaginémonos a ese zapatero frente al mostrador, golpeando con su martillo alguna suela deshecha, mientras piensa en lo que le depara la noche, en la felicidad que sentirá al sentarse en su trono, a gozar del poder que el ser rey le trae, incluso más, puesto que al ser un sueño no tiene que regirse por el principio de realidad, todo es posible, todo lo que pueda imaginar o creer imaginar.
Y, por supuesto, imaginémonos también a ese rey, postrado en su trono, agobiado porque todas sus riquezas en unas horas desaparecerán, porque aquellos que ahora le rinden pleitesía le exigirán y le darán órdenes como cada noche. ¿Cómo va a gozar (cómo puede hacerlo) si sabe que todas las noches lo pierde? Justo lo contrario que el zapatero, que todas las noches lo gana.
Que los bienes de uno estén hechos de la materia de los sueños, mientras los del otro lo sean de la realidad no parece importar en exceso puesto que cada noche éstos se desvanecen irremediablemente. Dará lo mismo que al día siguiente el rey consuma con avidez todo lo que tiene, trate de conquistar tierras lejanas… Dará lo mismo porque inexorablemente, como cada noche, volverá a ser un zapatero remendón.
Al hilo de esto, —y para terminar este artículo sin dar ninguna respuesta, lo reconozco— creo que conviene volver a citar a Hölderlin y su Hiperión. Conviene porque nos ofrece una alternativa no muy común y que seguro que resultará extraña a la gran mayoría: « ¡Ojalá no hubiera actuado nunca! ¡Algo más rico sería en tantas esperanzas!…».
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