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El Pensador

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

¿Cuántas veces habremos utilizado aquí la imagen de El Pensador de Rodin para ilustrar algún artículo? No sé la respuesta a esta pregunta. Bueno, al menos no sabría dar una respuesta con cierto grado de precisión, aunque sí que conozco una posible respuesta bastante general: hemos utilizado esta imagen muchas veces, muchísimas. Y es natural, los que aquí hemos escrito, hemos estudiado lo mismo, aunque en diferentes universidades; hemos leído a los mismos autores y, como no podía ser de otro modo, compartimos un paradigma en sentido kunhiano o, al menos, algo que se le parece.

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El Pensador de Rodin, un símbolo erróneo

Una de las cosas que muchos filósofos tenemos en común es el utilizar esta imagen como símbolo de la actividad filosófica. Por supuesto, en sí misma, la escultura ya es símbolo del pensamiento. Y puesto que el pensamiento es lo definitorio de la filosofía, esta imagen simboliza la misma actividad filosófica. Claro, tener como símbolo una escultura del mismísimo Rodin queda muy bonito, igual que si a un yorkshire le ponemos un lacito rojo. Podemos poner una copia de El Pensador en cada facultad e instituto de filosofía del mundo y quedará muy bonito, digno de una postal.

Pero más allá de las fotos de Facebook, El Pensador, como símbolo de la actividad filosófica, es una asociación contraproducente en las actuales circunstancias y plantea problemas más profundos y de índole eminentemente práctica. El problema profundo al que nos referimos es el concepto de actividad filosófica que tenemos, el que nos lleva a decidir que El Pensador puede encarnar ese significado, dicho con las palabras cursis que utilizaba uno de mis soporíferos profesores de estética, el señor García Leal.

El Pensador es un filósofo burgués

En el pasado, la mayoría de los filósofos tenían esclavos o esposa. Y tanto unos como otros estaban subyugados al señor de la casa, que podía ser militar, filósofo, comerciante, noble o todas esas cosas a la vez o algunas de ellas. No podemos negar que las sociedades del pasado, especialmente aquellas en las que se ha desarrollado la civilización occidental, eran explotadoras y patriarcales (y, claro está, machistas). Y los filósofos, al igual que sus vecinos, vivían en estas sociedades, ejerciendo sus roles de amo y esposo, como todo el mundo.

Así que, obviamente, El Pensador, en todo caso, puede representar a un filósofo del pasado, cuyos quehaceres básicos estaban a cargo de las personas que tuviera subyugadas, esto es, esclavos y esposa. En el pasado, sí, es posible que los filósofos, y otros privilegiados, pasaran el día sentados pensando en sus cosas. Sin embargo, en la actualidad, no pensamos de manera ociosa, sentados, sino mientras que estamos inmersos en alguna actividad cotidiana.

El Pensador y el pensar

Pero, con todo, es poco probable que alguien que se dedique a pensar como lo hace El Pensador, o como la escultura representa, dudo que llegue muy lejos. En realidad, cualquiera que haya tenido contacto con la filosofía sabe que en el terreno del pensamiento, la actividad es la mejor arma. De hecho, la imagen de El Pensador es más la representación del divagar que una figura del pensar. En la actividad de leer, en la actividad de escribir o en la actividad de barrer, se cosechan pensamientos.