Bestialidad
Nuestro anterior artículo lo acabamos con una afirmación de Aristóteles en la que nos conminaba a que fuera la belleza y no la bestialidad la que fuera la protagonista. Sabemos que la concepción de lo bello de los pensadores de la Antigua Grecia no es el mismo que el nuestro, pero qué duda cabe, que también desde nuestra perspectiva podemos asumir la propuesta. Incluso aunque también tengamos diferentes definiciones de lo que es la bestialidad. De hecho, a lo largo de la historia lo que desde muchos ámbitos se ha tratado es de separar a los seres humanos, representados por la razón, de los animales, representados por las pasiones.
Desde un punto de vista moral, las corrientes de pensamiento más importantes han defendido ponderar nuestra parte irracional como algo bajo, si la comparamos con la racional. Es más, se ha pretendido en muchas ocasiones que la felicidad llegará cuando dejemos de estar atados a nuestros pasiones, siendo lo mejor, entonces, sentir el menor apego posible por lo que nos rodean. Así, los estoicos aconsejaban que, teniendo en cuenta que sólo podemos controlarnos a nosotros mismos, fuera ese nuestro único objetivo. Lo cual, como bien aseguraban de palabra y obra ilustres estoicos como Marco Aurelio o Séneca, no suponía rechazar las riquezas, sino no darles importancia. Se podía acaparar todo lo que fuese, hasta el punto de llegar a ser emperador de Roma, y seguir siendo estoico, siempre y cuando no se diera importancia ni se sufriera si todo ese poder y riquezas desapareciesen al día siguiente.
Más allá llegaban los cínicos, representados dignamente por Diogenes de Sinope, cuando aseguraban, también de palabra y obra, que lo que había que hacer era rechazar todas las riquezas, no era suficiente con no darle importancias, con desdeñarlas con una mano mientras se acaparan con la otra. Así, del pensador citado aseguran que vivía en un tonel e iba siempre vestido con una vieja y roída túnica. De ahí, que los cínicos se les conociese como la secta del perro, por cómo vivían.
Tras las sectas griegas, el cristianismo propuso la misma necesidad de deshacerse de las pasiones y así ha sido prácticamente durante toda la historia del pensamiento, tanto occidental como oriental, en la que se ha llegado a venerar a la razón, recordemos el llamado siglo de las luces, donde se hablaba de la diosa razón.
Claro, ahora sabemos que eso que se conocía como razón, excluyendo a las pasiones, no existe, ya que los seres humanos estamos impregnados de ellas, hasta el punto de que gracias a su existencia que podemos finalmente tomar decisiones.
Por ese motivo, por lo menos desde nuestra posición, considero que deberíamos entender la bestialidad, aunque sea contradecir al propio Aristóteles, no como lo que nos une a los animales y que debemos desterrar, ya que eso también somos nosotros y en parte nos hace disfrutar de la belleza, entendamos ésta como la entendamos. Asumamos que es una visión del mundo determinada, más que una constitución física o mental concreta. Aunque, como ya he avisado, no sea esto lo que asegurase el propio Aristóteles.
Imagen: quemonada.com