¿Qué es democracia?
Democracia, la palabra democracia, viene de la unión de dos palabras griegas: «demos» y «cratos». «Demos» significa «pueblo»; «cratos» poder. Entonces democracia es el poder del pueblo. Sin embargo, cuando hacemos filosofía no basta que nos quedemos en el análisis etimológico de las expresiones. Tenemos, en este sentido, que profundizar más. La democracia, como sistema político, nació en la Atenas del siglo V a. C., debido a que los ciudadanos atenienses habían combatido contra los persas en las Guerras Médicas, por lo que Pericles, que parece que no fue un mal tipo… al menos no demasiado, decidió que los ciudadanos atenienses se gobernarían a sí mismos. Y así se hizo: nació la democracia.
Por supuesto, en aquellos momentos cada ciudadano (los ciudadanos eran los varones mayores de edad que no fueran extranjeros) tenía poder y se representaba a sí mismo. Hacían política y todos eran políticos, de modo que no existían los políticos profesionales… aunque había quien tomaba clases para perfeccionar su retórica y conseguir imponerse en las asambleas de ciudadanos, lo que, sumado al juicio, condena y muerte de Sócrates, llevó a Platón a defender que el sistema democrático era una birria y que más le valdría a Atenas agenciarse un buen filósofo para que la gobernara. No hizo falta que Atenas se buscara un filósofo-rey platónico. En su lugar, se enfrentó a Esparta en la Guerra del Peloponeso, perdió Atenas y Esparta arrasó el sistema democrático ateniense, poniendo en su lugar un sistema aristocrático formado por treinta tiranos, uno de ellos Platón. A esto se le llamó dictadura de los treinta tiranos.
La democracia, como tal, se perdió. Pasaron los siglos y las antiguas ciudades-estado desaparecieron, para aparecer, en los inicios de la Edad Moderna, el estado-nación. Los estados nacionales son los países actuales. Con las revoluciones que se iniciaron a finales de la Edad Moderna (Revolución Americana y Revolución Inglesa) y la que dio inicio a la Edad Contemporánea (Revolución Francesa), nació un nuevo concepto de democracia, adaptado al tamaño de las naciones. Apareció la democracia representativa. En este caso, el pueblo no gobierna, sino que elije, mediante sufragio, quién gobierna. Es decir, el poder del pueblo se reduce a decidir quién tiene poder.
A lo largo del siglo XX, la democracia representativa se ha ido consolidando como el sistema político predominante en el mundo, aunque con notables excepciones. Sin embargo, este sistema no está exento de críticas y controversias. Algunos argumentan que la democracia representativa puede ser manipulada por las élites políticas y económicas, quienes tienen los recursos para influir en las elecciones y las decisiones políticas. Otros sostienen que la democracia representativa puede dar lugar a la «tiranía de la mayoría», donde los derechos de las minorías pueden ser ignorados o violados.
Por supuesto, no vamos a entrar en la cuestión de la separación de poderes, bástenos con estas ideas sencillas.
Con el nacimiento del estado-nación no se produjo lo que sospechaba Rousseau. Según el filósofo ginebrino, en una democracia, el poder democrático de cada ciudadano va disminuyendo conforme el número de los ciudadanos aumenta. Esto es válido para la democracia directa o genuina. En el caso de la democracia representativa, el poder de la mayoría de los ciudadanos se esfuma, siendo sustituido por un derecho a elegir a la persona o personas que van a ejercer el poder de forma efectiva.
De este modo, la democracia entendida como poder efectivo del pueblo desaparece en el estado-nación, surgiendo en su lugar la democracia entendida como derecho a votar. En este sentido, el estado nación no es un entorno adecuado para la democracia genuina o directa. Solo queda por ver si las nuevas tecnologías y los nuevos movimientos sociales revolucionarán nuestro actual concepto de democracia (democracia representativa). Eso el tiempo lo dirá.
Además, en el siglo XXI, con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación, han surgido nuevas formas de participación democrática, como la democracia digital o la democracia participativa. Estas formas de democracia buscan dar a los ciudadanos una mayor participación en la toma de decisiones políticas, más allá de la simple elección de representantes. Sin embargo, estas nuevas formas de democracia también plantean desafíos y preguntas sobre su viabilidad y eficacia, así como sobre la posibilidad de que sean manipuladas o controladas por las élites.