Ideología
La ideología probablemente sea una de las palabras más injustamente desacreditada en el ámbito de la política, por lo menos en eso que se llama la calle. En una discusión, no es raro escuchar a uno de los contrincantes asegurar que su contraparte defiende su posición por ideología. A lo que el otro, probablemente, responda con un no indignado. Quién sabe si, incluso, con un puñetazo en el mentón de su rival, pero no hace falta llegar tan lejos para mostrar la discrepancia, ni para comprender nuestro ejemplo.
Resulta que se entiende que la ideología representa un sesgo subjetivo que no nos permite ver las cosas tal como son, que nos convierte en personas cerriles, poco más que rebaño que siguen al líder o al pensamiento indicado.
Sin embargo, podemos entender el término de manera muy amplia. Así, Michael Ryan en su Political Criticism asegura que:
Es decir, que es lo que permite mantener la cohesión y el poder social sin coerción. Lo que algunos verán, claro, como otro tipo de coerción.
Si bien, según la segunda acepción que encontramos en el DRAE descubrimos que es el:
Es decir, que además de a una sociedad, tendríamos que incluir a los individuos.
En cualquier caso, en lo que sí coinciden ambas definiciones es en que la ideología es un conjunto de creencias, de ideas, de actitudes… Es, en definitiva, en lo que creemos, ya sea como individuo o como sociedad.
Así que, innegablemente, cuando hablamos, cuando discutimos o cuando razonamos sobre algún tema en concreto, nuestra ideología estará impregnando nuestro discurso, porque no puede ser de otra forma. Incluso el que cree que no tiene, concretamente la de creer que no la tiene.
Ya que por su definición es imposible no poseerla, por lo menos en un estado consciente, de una persona en coma no me atrevería a opinar, no parece adecuado, por no decir que es del todo incorrecto, pretender desacreditarla.
Resulta que se tiende a asemejar la ideología con el dogmatismo, y considerar que una persona a la que se le acusa de actuar por ideología, lo que pretende es que sus ideas sean consideradas como verdades inconcusas. Pero esto, como decíamos, es dogmatismo.
Si realmente comprendemos la distinción, que la persona con ideología —todos nosotros— no tiene por qué ser un dogmático, ya que puede aceptar que algunas de sus creencias e ideas ya sea en parte o en su totalidad no son correctas o, incluso, son erróneas, no tendremos tantos reparos en aceptar que todos tenemos una ideología.
Deberíamos ser sinceros con nosotros mismos, tratar de analizar nuestras creencias e ideas, lo que nos ayudará a comprenderlas mejor, a entender sus limitaciones y/o errores, pero no negar lo que somos, ni en la sociedad en la que nos encontramos.
Imagen: justa.com.mx