La búsqueda de sentido
Desde que el ser humano tomó conciencia de sí mismo, la búsqueda de sentido, tanto a nivel macro como micro, ha recorrido toda la historia de la humanidad. Por una parte tenemos a los individuos, luchando en su día a día, y por otra a los grandes grupos de personas, a las naciones, etc., que se mueven en busca de algo que ellas mismas desconocen. En varios artículos de los que hemos publicado en esta sección nos hemos hecho eco de la idea que planteaba Schopenhauer la respecto, y que podríamos resumir en que la vida que creemos ver no es más que un fantasma que se doblega ante los hilos de la voluntad, que es lo que mueve todo. Ese sería el sentido de nuestras vidas o, por ser más precisos, el no-sentido.
Un contemporáneo suyo, Hegel, cuyo prestigio superaba al de Schopenhauer y bien que le repateaba a él, pergeñó una teoría por la que (resumiendo mucho) los hechos particulares eran dirigidos por lo que él denominó el “espíritu objetivo” que se dominaba al subjetivo, que es el que representa a aquellos. De esta forma, sirviéndose de las pasiones de los grandes personajes históricos, logra que éstos obliguen a sus súbditos a seguir sus órdenes para llegar finalmente a su última etapa, que es el del espíritu absoluto, representado por el Estado, y donde el hombre convirtiéndose en ciudadano, por fin será libre. Al margen de la maraña de denominaciones cuyo desenredamiento excede las posibilidades de estas pequeñas líneas, de lo que se trata es de mostrar que la vida tiene un sentido, que aunque desde nuestro punto de vista sólo haya dolor y pena, todo es a mayor gloria del objetivo final, que, por cierto, será inexorable.
La dialéctica metafísica que instauró Hegel, fue absorbida por Marx y convertida en materialismo dialéctico, concluyendo también que el fin es inevitable (en este caso el fin será el comunismo), dando sentido a todas las penurias que hasta entonces pase la humanidad.
Estas dos posturas, la del sentido contra la del no-sentido, son el pilar del pensamiento humano a lo largo de toda su historia. Tanto las ciencias como las religiones, aunque ahora desde ámbitos diferentes, lo que tratan es de otorgar sentido a nuestra existencia, con la intención de salvarnos del abismo de no ser nada. Algo de lo que ni el propio Schopenhauer se libró, ya que aunque nuestro cuerpo sólo sea mero fenómeno, al hacernos partícipes de la Voluntad como cosa en sí, nos convierte en lo que ella es, es decir, en todo lo existente.
El propio Nietzsche, que partiendo de los postulados schopenharianos, nos impelía, en lugar de erradicar la voluntad de vivir, a querer la vida tal y como es, con su dolor, su muerte y su no-sentido, no pudo evadirse del miedo a la nada y diseñó la teoría del eterno retorno, que devolvía al infinito cada una de las acciones que alguna vez hemos realizado y que se volverán a repetir para siempre. Es difícil determinar, como pasa con todo el pensamiento nietzscheano, hasta qué punto es una simple metáfora o no.
Para presentar el debate hemos escogido a cuatro pensadores que vivieron en el siglo XIX y cuyo pensamiento está entrelazado, pero podríamos rastrear cada una de las épocas del pensamiento humano, descubriendo que la pregunta, el dilema y la búsqueda de la solución siempre ha estado latente y dominando la vida de los seres humanos.
Una pregunta que, por otra parte, no hemos sido capaces todavía de responder, sobre todo porque nos da miedo la respuesta, nos da miedo pensar que realmente…
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