El Ser – Segunda Parte
Los contrastes del ser:
La noción de ser, también puede estudiarse mediante contrastes con otras nociones, que no por ser contrastantes resultan siempre opuestas.
Las nociones contrastantes pueden considerarse: la nada, la apariencia, el pensar, el devenir, el valor, el deber ser y el sentido.
El contraste entre el ser y la nada se suele interpretar como un contraste entre el ser y el no ser, en el que uno es la negación del otro, teoría que tiene un sentido lógico.
A veces, la nada se entiende como fundamento del ser, o sea basado, entre otras cosas, en el concepto de la libertad del ser, que tiene un sentido principalmente metafísico.
El contraste entre el ser y la apariencia no incluye cualquier identificación, porque cada uno es, por la referencia del otro.
Se puede concebir, no obstante, que no hay ser detrás de la apariencia y que ésta es todo lo que es, o sea que el ser es aparente y a la vez es.
El contraste entre el ser y el pensar consiste en la correlación de dos elementos que son distintos pero que pueden ser isomórficos, especialmente en las metafísicas racionalistas, en las que el isomorfismo se considera indispensable para el conocimiento.
El contraste entre el ser y el devenir se manifiesta cuando este último se concibe como una apariencia del ser.
A veces este contraste se desvanece cuando se declara que el devenir es el ser.
El contraste entre el ser y el valor puede considerarse real, cuando los valores son concebidos como entidades que básicamente no son; o considerarse conceptual, cuando ser y valor se estiman como distintos criterios sobre una misma realidad.
El contraste entre el ser y el deber es igual al contraste entre la realidad efectiva y la realidad que debería existir, según normas preestablecidas, que generalmente se refieren a la separación entre lo físico y lo moral.
El contraste entre el ser y el sentido, plantea problemas metafísicos difíciles. Si el ser tiene sentido, o no lo tiene o se reduce a él, el contraste no existe, pero subsiste, cuando el sentido surge de una dimensión del ser.
Las formas del ser:
El ser en sí es el ser inmanente que permanece dentro de sí mismo, como por ejemplo para algunos la substancia; pero un mejor ejemplo es el ser sin forma, único, inmóvil y sin significado que n puede tener accidentes ni atributos y tampoco puede pertenecer a ninguna categoría.
Algunos sostienen que este ser es irracional e impenetrable, otros que es absolutamente transparente y perfectamente racional. Es un concepto límite que no designa ninguna realidad, sólo una tendencia que puede tener cualquier realidad.
Otra forma de ser es el ser fuera de sí, que se caracteriza por su tendencia a la alteridad, que puede entenderse de dos formas: el ser otro, o sea la transformación de una realidad en otra distinta de ella, como por ejemplo el ser infiel a sí mismo o el ser que amplía el ámbito de su realidad a través de nuevas experiencias y se trasciende a sí mismo.
El ser para sí, se describe muchas veces como la forma opuesta a la del ser en sí, porque el ser en sí se refiere a la pura inmanencia y el ser para sí requiere la trascendencia.
El ser para sí no significa desentenderse de lo ajeno sino que es la expresión de la intimidad y de la posibilidad de manifestarse continuamente a sí mismo y de trascenderse.
Fuente: “Diccionario abreviado de filosofía”; José Ferrater Mora.