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Jean Jacques Rousseau – Segunda Parte

Publicado por Malena

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Para Rousseau, el ideal de hombre feliz es el estado salvaje y rústico. Pero no tardaría en aparecer en él el revolucionario concepto de voluntad general, que es la que garantiza el discernimiento entre lo que es legítimo y lo ilegítimo.

Comienzan así a perfilarse los primeros esbozos de la formulación del contrato social a partir de esa voluntad que tiene como objetivo el bien común.

Para Rousseau el hombre moral, para ser buen ciudadano, debe orientarse hacia la voluntad general del estado, siendo el fin de la educación lograr la concordancia entre las voluntades particulares y la general, lo cual hace posible alcanzar el reino de la virtud.

Seguir las leyes hace al ciudadano un ser más libre porque expresa su propia voluntad.

Rousseau es un hombre enfermo que sufre muchos años una enfermedad crónica de vejiga.

De allí su poca credibilidad en las ciencias médicas que no pueden aliviarle sus sufrimientos.

Es irascible e hipocondríaco, centrado en si mismo, huraño y solitario, pero también un sentimental de gran emotividad y sentido religioso que contrasta con el espíritu filosófico de los pensadores de esa época, que elige vivir aislado porque se siente excluido y que no puede adaptarse al mundo.

Rousseau ataca también al teatro y lo define como un entretenimiento placentero sin ningún efecto moral, entendiendo que el comediante produce placer por dinero. Por estas razones morales se distancia de Voltaire y de Diderot, quienes le critican su ostracismo.

El contrato social de Rousseau se considera uno de los aportes principales del pensamiento clásico político. Su influencia es evidente en la propuesta de Marx, también en el principio de la independencia latinoamericana y en el fundamento de los movimientos ecológicos.

Se basa en la voluntad general que surge del pacto entre iguales y la renuncia a los intereses particulares a favor del bien común.

Considera que el cambio social debe ser radical porque el progreso ha conducido a la decadencia y a la corrupción de la gente.

Rousseau mantiene siempre una actitud crítica hacia la sociedad, los filósofos y hacia los hombres de letras. Ama la soledad porque conoce profundamente al género humano.

Se refugia en la vida contemplativa que lo lleva a imaginar la utopía de una edad de oro, para que el hombre que elija estar en contacto con la naturaleza y pueda fundir su pensamiento e imaginación en una visión trascendente.

Está convencido que la religión es natural, porque la rectitud está escrita por la naturaleza en el corazón y son los sentimientos naturales los que conducen al bien común, en tanto que la razón sólo lleva al enfrentamiento y al egoísmo.

Los escritos de Rousseau son quemados y hacen que sea decretado su arresto por atentar con sus publicaciones contra el gobierno establecido, condición que lo obliga a refugiarse en el exilio y a convertirse en un permanente fugitivo.

Rousseau es un ilustrado y un romántico que se destaca como político y escritor, es precursor de Marx y un importante ideólogo de la pedagogía moderna.

Defiende la naturaleza y la idea de la bondad del hombre y se opone al racionalismo sin sentimientos.

Aunque no sea un filósofo propiamente dicho su pensamiento cobra importancia porque incluye la sensibilidad a la reflexión.

Sin embargo sus ideas se oponen a su propia experiencia de vida, ya que demuestra una evidente dicotomía entre su forma de pensar y sus acciones.

Roussean hace una exaltación de la intuición y del sentimiento interior contra las ideas racionalistas de su época.

Fuente: Colección Grandes Pensadores, «Rousseau», Edit. Planeta DeAgostini, 2007