Aristóteles y la Ética – Segunda Parte
Para tener virtud moral en sentido pleno, tomar al hombre bueno como modelo
La conducta moral exige libertad para poder ejercer la acción por propia voluntad. No se puede ser responsable si una persona actúa por ignorancia, por miedo o por presiones de alguna clase.
Para distinguir un acto moral hay que hacer la distinción por ejemplo, entre lo que considera Aristóteles el valor de la valentía, que sería el término medio entre la cobardía y la temeridad o imprudencia, siendo ésta la verdadera naturaleza de ese valor.
En cuanto al valor de la templanza, que representa el dominio de si mismo con respecto a los placeres del tacto, no significa tener una actitud puritana hacia ellos sino una capacidad de cordura intermedia que no se puede estimar matemáticamente.
Aristóteles también habla de la generosidad, que se sitúa entre la prodigalidad y la avaricia. La generosidad, según él, no sólo se refiere a dar, sino también a recibir de la manera correcta. No es generoso quien da con desgana o quien recibe de manera indebida.
Con respecto a la justicia Aristóteles considera que la legalidad se asemeja a la justicia universal, o sea que quien respeta a la ley está obrando según la ley universal.
Las acciones que provoquen daño intencional a otro son materialmente injustas, ya que si no se había deseado ni previsto perjudicar a los demás esta acción es muy distinta.
Se puede decir que existe una sola virtud de la cual derivan todas las demás y ésta es la prudencia. Sócrates también sostenía que no existe ninguna virtud sin prudencia.
Conocer las virtudes no significa ser justo, sólo los actos determinan las virtudes. Aristóteles enfatiza que la virtud moral no es sólo una cuestión de conocimiento, sino que también requiere la práctica. No es suficiente saber lo que es bueno, también es necesario actuar de acuerdo a ese conocimiento.
Las actividades placenteras no son malas en si mismas sino que lo que puede ser objetable es lo que las producen, o sea el modo de obtener el placer, cuidando los extremos.
Con respecto al egoísmo y el altruismo, Aristóteles sostiene que puede haber una clase de amor propio que sea lícito y valioso distinto al que se considera egoísmo, ya que nos tenemos que amar también a nosotros mismos tanto como al otro, que es como un segundo yo.
Aristóteles identifica la virtud con la felicidad ya que considera que sin virtud moral la felicidad verdadera es imposible y que para poseer visión moral y saber lo que es bueno, pone énfasis en el acto del entendimiento más que en la acción de la voluntad.
En cuanto al papel de la amistad en la ética, Aristóteles la considera esencial para la vida buena. La amistad, según él, no sólo es necesaria para la vida, sino que también es un bien en sí misma. La amistad perfecta, según Aristóteles, es aquella que se da entre personas virtuosas.
Con respecto al Estado, Aristóteles nos dice que un Estado sólo se puede mantener y ser próspero si impera la moral y sus ciudadanos son íntegros, y si el sistema educativo es racional, moral y sano. Deberá ser tan grande como para bastarse a si mismo pero no demasiado que sea imposible mantener el orden y el gobierno.
Tampoco deberá aspirar a ser solamente un Estado rico, porque la riqueza no es un bien en si misma, sino que tiene que estar dispuesto a exportar lo que no necesite e importar lo que no tenga para mantener el equilibrio.