¿Qué es el falibilismo?
El falibilismo es una concepción acerca de la ciencia natural según la cual el conocimiento científico es vulnerable, en el sentido de que no se puede afirmar categóricamente que nuestras teorías científicas son verdaderas. En todo caso, lo que se puede decir sin caer en la petulancia es que nuestras teorías científicas son probablemente verdaderas. Los principales promotores de esta doctrina fueron Charles S. Pierce y Karl R. Popper.
La Historia de la ciencia avala el falibilismo
Si por algo se caracteriza la Historia de la ciencia, es por mostrar cómo las teorías se abandonan constantemente por falsas, a la par que se abrazan nuevas teorías que más tarde se abandonan también. Y así sucesivamente. Casos famosos son el modelo geocéntrico aristotélico-ptolemaico o el fixismo en Biología. Y lo que esto muestra es que la plausibilidad de las teorías de la ciencia natural depende de nuestro conocimiento del mundo en un momento dado. En otras palabras, en la ciencia natural el conocimiento no es acumulativo, sino que un nuevo conocimiento puede trastocar nuestras teorías científicas, llevándonos en muchos casos a ponerlas en duda, relativizarlas o incluso abandonarlas.
Dada una teoría científica, esta puede alcanzar un equilibrio en algún estado de su desarrollo. Sin embargo, circunstancias tales como nueva evidencia experimental u observacional, cambios en las condiciones físicas que desestabilizan los sistemas físicos, etc. pueden dar al traste con ella.
La plausibilidad del falibilismo
¿Es plausible el falibilismo? La respuesta a esta pregunta depende del contexto en el que se haga. Por ejemplo, ser falibilistas en matemáticas no parece muy plausible. No es plausible ser falibilistas con respecto a un teorema, puesto que si algo es un teorema, por definición, es verdadero y lo es por toda la eternidad. Igualmente, a nivel de conocimiento cotidiano el falibilismo tampoco parece una actitud muy recomendable, en la medida en que los enunciados en los que se expresa este conocimiento suelen ser poco arriesgados, presentándose en muchos casos inmunizados a la refutación. Pensemos en el siguiente ejemplo:
(1) Es probable que llueva porque está muy nublado.
El «es probable» de (1) la convierte en invencible, desde un punto de vista epistemológico. Ahora bien, ¿quiere decir esto que el conocimiento del día a día es más sólido que el proporcionado por la ciencia natural? La respuesta es que no, que los tiros no van por aquí. En realidad la ciencia natural, las teorías, leyes e hipótesis científicas, suelen ser más arriesgadas que las de la vida cotidiana. Y lo son porque somos mucho más exigentes con la ciencia natural que con el conocimiento de sentido común. A la ciencia natural se le exige precisión, generalidad y exactitud. Se corre el riesgo de que estemos equivocados, a cambio de obtener un nivel mayor de precisión en nuestro conocimiento de la naturaleza.
Ética y falibilismo
El falibilismo, como actitud hacia la ciencia natural, conlleva una actitud ética. Desde este punto de vista, dadas las actuales propuestas científicas, no se debe reclamar que dichas propuestas sean verdaderas definitivamente. En el futuro, con toda seguridad, buena parte de las teorías que la comunidad científica acepta serán falseadas, refutadas, relativizadas a un ámbito local, etc. Por otra parte, de esta actitud también se deriva el deber de la comunidad científica de seguir investigando la naturaleza, con el objetivo de llegar al límite que las circunstancias impongan en cada momento.
El asociar implicaciones éticas a la actitud falibilista es una vacuna contra el escepticismo hacia el cual puede desembocar el falibilismo. En efecto, desde este punto de vista, esta actitud no debe ser entendida como una invitación al abandono de nuestra indagación acerca de la naturaleza, sino más bien como una invitación a continuar con la investigación.