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Los estoicos y el arte sensible

Publicado por Ruben Avila

estoicos y arte sensibleEl estoicismo como corriente filosófica tuvo una vida de seis siglos. Es cierto que sus preceptos son conocidos y hay personas que pueden pretender —incluso conseguir— seguirlos, pero resulta evidente que el estoicismo ya no existe como secta. En cualquier caso, fue una corriente longeva, seguida por un gran número de filósofos y, por tanto, con una gran diversidad de grupos y corrientes. Diversidad reflejada en todos los ámbitos de pensamiento, también en la estética.

En este campo podemos distinguir entre dos corrientes principales. Una, representada por Zenón y Crisipo y llega hasta Séneca y Marco Aurelio, agrupaba a los filósofos moralistas que consideraban que la verdad y los criterios morales eran los únicos criterios válidos para valorar el arte. Y los preceptos de estos son los que principalmente hemos visto ahora.

Sin embargo, existía una segunda corriente, que comienza con Aristón y Diógenes de Babilonia y llega hasta el académico Espeusipo. Estos, al contrario que los otros, daban mucha importancia a la parte sensible tanto del arte como de la belleza. Precisamente son éstos los que desarrollaron las ideas de conveniencia y fantasía, esta última, probablemente la gran innovación estoica en el campo de la estética (y que ya analizamos en artículos anteriores).

Ambos grupos de estoicos difieren lo suficiente en sus definiciones respecto a lo que es el arte y la poesía como para distinguirse perfectamente.

El segundo grupo que hemos presentado, en contraposición también de lo que pensaban los pitagóricos, consideraba que el arte ni era racional ni servía para afectar a la razón. Pero no creían, como sí lo hacían los epicúreos, que fuera una cuestión de placer subjetivo, que dependiera del placer que sintiera cada individuo y, por tanto, de difícil —por no decir imposible— aprehensión.

Para este grupo de estoicos, el arte influye en «las impresiones sensibles», así que el acto de juzgar, en este caso, no dependería de la razón sino de la vista y/o el oído. Para ellos los seres humanos reaccionamos de forma natural frente al arte, así que no existe una necesidad de entenderlo.

Probablemente el primero en abrir este camino fue Aristón, que tras distinguir entre dos tipos de «poderes cognoscitivos», a saber: racional y sensorial, relacionó tanto la música como la poesía con los sentidos (con la segunda clase de poderes). La explicación de incluir la poesía en el segundo ámbito se debe a que según Aristón la poesía se juzga a través del oído, por su ritmo y armonía.

Diógenes de Babilonia siguió a Aristón, añadiendo que los seres humanos tenemos una «sensibilidad congénita» cuyo carácter es irracional pero que puede ser educada y desarrollada. Además, distinguía entre sentimientos e impresiones, siendo estas últimas las que podían ser educadas, mientras que los primeros son enteramente subjetivos.

Se puede considerar esta tesis un término medio entre los dos polos opuestos que defendían los griegos, entre el intelectualismo y el sensualismo.

Panecio continuó la idea de su maestro, ya que también consideraba que el ser humano puede experimentar directamente el arte.

Será gracias a este último, según dice Tatarkiewicz, que durante el periodo medio las ideas de este segundo grupo de estoicos predominasen sobre las de los primeros.

Imagen:monicatimon.com