Los estoicos
Durante la época helenística surgieron nuevas escuelas que se sumaron a la Academia de Platón y la peripatética de Aristóteles. La epicúrea, la escéptica y la estoica, recogieron las ideas de las teorías hedonistas, moralistas y escépticas formándose tres nuevas escuelas que se completarían posteriormente con una cuarta, la ecléctica, un compendio de las ideas platónicas, estoicas y aristotélicas.
Estas escuelas filosóficas surgieron en Atenas, también en la época helénica. A pesar de que la capital cultural mundial se convertiría en una ciudad decadente tanto política como económicamente, filósofos de todo el mundo acudían a sus escuelas para aprender. Incluso fuera de sus confines, fuera de la ciudad, Atenas contaba con muchos adeptos, o mejor dicho, la filosofía ateniense contaba con muchos adeptos, aunque existieran, más allá de sus puertas, pocas mentes creativas.
En realidad, la filosofía, fuera de Atenas, apenas existía. Las escuelas nacían en su seno porque no había otro lugar donde nacer. Alejandría era principalmente un centro científico, muy potente, pero no se dedicaban a la filosofía. Y aunque en Roma sí que había algo más de interés, preferían “importarla” que poner sus fuerzas en generar nuevas ideas.
Por otra parte, los romanos no estaban muy de acuerdo con las ideas escépticas y tampoco eran muy partidarios del idealismo platónico.
Sin embargo, sí que cuajaron el materialismo hedonista, de la mano del epicureísmo de Lucrecio, o el estoicismo con grandes pensadores como Séneca. Sin olvidar a Marco Aurelio, que además de ser emperador romano fue un estoico de pro, lo que podemos comprobar a través de sus textos compilados en sus meditaciones, donde desarrolla claramente un discurso estoico.
El emperador estoico
Aquí, me parece, conviene hacer un alto en el camino, para explicar esto último. ¿Cómo un emperador pudo abrazar el estoicismo? Cuando los estoicos aseguraban que había que estar por encima de la fortuna, de las riquezas y de las pasiones, que la felicidad se encontraba en el interior de las personas, aquello de lo que nadie podría quitarnos sin nuestro consentimiento. Desde luego la imagen que tenemos de los emperadores romanos es lo contrario, seres lujuriosos, vehementes y pasionales que, como Nerón, no dudaban en quemar la ciudad si era necesario.
Bueno, en primer lugar no todos eran como Nerón, probablemente ni Nerón era como el Nerón que popularmente nos ha llegado a través del cine. Aun así, desde luego era un ser licencioso y desestructurado. Y aunque Marco Aurelio no llegara a esos extremos, parece mentira que alguien que alcanza las máximas cotas de poder pueda estar de acuerdo con la doctrina estoica. En su caso, según las propias palabras de Marco Aurelio, no estaba apegado al poder ni a las riquezas. Es cierto que deseaba ser rico y poderoso, en lugar de pobre y un paria, pero no le importaría perder todo lo que tenía, siguiendo las ideas estoicas.
En realidad, esta es una de las diferencias entre los estoicos y los cínicos, mientras los segundos abogaban por apartarse de las riquezas, los estoicos no veían problema alguno en tenerlas, siempre y cuando no se estuviera bajo su influencia, no se dependiese de ellas. Y, no sólo la riqueza, cualquier asunto que dependa de la fortuna, todo aquello que se encuentre más allá de las paredes del yo.
La pregunta que nos surge es evidente, ¿realmente es eso posible?
Imagen: rubenmontesinos.com