Mito e Historia
Según el filósofo Hans Blumenberg, el mito, que corresponde al pensamiento primitivo, es lo opuesto a la historia, considerada la forma de pensamiento domesticado, y ambos constituyen dos modelos de comprensión de la realidad, mutuamente excluyentes, y no sistemas de clasificación.
En Occidente se ha prescindido del mito, imponiéndose el conocimiento de la historia; pero la clasificación de la realidad no es un método sino un objetivo.
Esta forma de pensar supone que sólo hay una verdad, una sola historia, distinto a lo que sucede en el mito, cuyas variantes representan todos los puntos de vista del proceso de comprensión de los hechos de la experiencia.
El mito describe una realidad compleja, no definida y con muchas aristas, que para la mentalidad occidental es difícil de comprender.
La inteligencia de occidente, que por ser cientificista no es menos supersticiosa que las culturas primitivas, está dedicada a la producción de realidades; y su relación con la naturaleza en otros sentidos es muy limitada, aunque dependa de ella.
El conocimiento científico ha despojado al hombre de los rituales de iniciación, de nacimiento y de muerte; y de la mayor parte del significado que está más allá de la distinción entre lo que es real y lo imaginario.
El hombre occidental se expresa a través del arte, que es donde tiene la oportunidad de manifestar su capacidad creadora y la arbitrariedad de la distinción de lo real y de lo imaginario.
Por eso es tan importante conservar ese poder potencial mitológico del arte, su brutalidad o su disconformidad, para garantizar la libertad del pensamiento y su continuidad en el tiempo.
El arte es una expresión humana útil para comprender una cultura, aunque en occidente no sea sencilla la definición sobre qué es el arte, debido a que la historia lo ha privado de las funciones necesarias para entenderlo.
Lo que cambia con el tiempo son las formas, lo estético, pero no la conducta humana más elemental.
La artesanía de pequeños pueblos africanos puede ser tan valiosa como la más prestigiosa obra pictórica europea.
Es obvio que una mentalidad occidental prefiera el arte con un mayor grado de complejidad y perfección formal, antes que inclinarse por una máscara ritual africana; selección determinada por la cultura, que surge debido al desarrollo de la capacidad de juzgar.
La actitud de la cultura japonesa es la misma que la del europeo, sólo difiere en la forma de representar un objeto, debido a su diferente tradición cultural.
En cualquier parte del mundo la forma de mirar la realidad nunca es puramente objetiva; y aunque la inteligencia priorice aspectos distintos, el cerebro tiene la misma estructura en todos los seres humanos.
La inteligencia del hombre no aborda en todas partes los mismos problemas, ya que éstos dependen de su lugar geográfico, del clima, del grado de desarrollo de su civilización y de su pasado histórico; y cada individuo tiene su propio temperamento, su historia personal, su posición social, elementos que también lo condicionan.
Lo mismo pasa con la música, ya que en el Occidente moderno existe una progresiva pérdida cultural de referencias musicales.
No es que el oído occidental sea diferente o esté deteriorado, sino que juzgan ciertas combinaciones de sonidos y alturas acústicas como disonantes, mientras en otras culturas, esos mismos elementos son considerados una fiesta para los oídos.
Levi-Strauss muestra que son las sociedades que se basan en la historia las que utilizan su pasado para fundamentar determinados valores colectivos; y que otros pueblos, que no se basan en sus historias, pueden tener los mismos valores sin tener ningún testimonio escrito de su pasado.
Ser fieles al pasado, como modelo intemporal, en lugar de considerarlo una etapa del devenir, no expresa diferencias morales o intelectuales, sino una postura tomada consciente o inconsciente.
El talento no es privativo de ninguna cultura, sólo que el desarrollo cultural e histórico de cada sociedad ha preferido una forma diferente de representación.
Los mitos responden a una inquietud cultural que no es muy diferente de otras formas de relaciones sociales, ni es distinto a los vínculos que los humanos establecen con su ambiente.
Fuente: “Lévi-Strauss, Vida, Pensamiento y Obra, Colección Grandes Pensadores, Editorial Planeta DeAgostini, 2007