Teleología
En estos momentos estoy sentado en un confortable sillón ante mi estufa. El sillón ha sido creado para que las personas nos sentemos cómodamente en él y la estufa para que nos caliente. Han sido fabricados para un determinado fin. A mi derecha duerme mi perra. Duerme y ronca plácidamente. A diferencia de la estufa y el sillón, Rumba, mi perra, no ha sido creada para satisfacer un fin u objetivo específico. La naturaleza llevó a su madre, Loba, a dejarse montar por su padre, cuyo nombre desconocemos. Y a causa de esto, Loba se quedó preñada. Pasó un tiempo y tuvo varios cachorros, entre ellos Rumba.
Haber sido creado o construido para satisfacer determinado objetivo o fin, es estar sujeto a causas finales. La causa final del sillón y la estufa es su utilidad, la del sillón sentarse y la de la estufa calentarse. La teleología es una antigua doctrina filosófica que explicaba el universo en su totalidad en términos de causas finales o que hacía uso de causas finales para explicar aspectos relevantes del universo. Por otra parte, existir debido a la acción de objetos previos y sin fin, meta u objetivo a la vista, es existir debido a causas eficientes. Hoy en día, el mundo natural es explicado en términos de causas eficientes.
Teleología: antropomorfizando el todo
Una forma de comprender el mundo en el que vivimos, el todo del que formamos parte y las partes de ese todo que nos rodean, es en términos antropomórficos. Y explicar o comprender algo en términos antropomórficos es hacerlo a través de categorías, cualidades y características humanas. Por otro lado, los seres humanos, para satisfacer nuestras necesidades, transformamos la naturaleza en otros objetos, por ejemplo en estufas para calentarnos y en sillones para sentarnos.
Cuando explicamos la naturaleza en términos teleológicos, estamos antropomorfizándola, esto es, estamos explicando algo que no es humano, en términos humanos. Si digo que los perros existen para satisfacer la necesidad humana de tener compañía canina o que el Sol existe para iluminarnos durante unas horas diarias y para que crezcan las plantas, estoy explicando el mundo en términos de causas teleológicas, atribuyendo a los objetos naturales las características de los objetos artificiales, concretamente, estaría atribuyéndole a la naturaleza algo que es humano, a saber, la racionalidad instrumental. Podemos decir, por tanto, que explicar el mundo o la naturaleza en términos teleológicos es antropomorfizarla.
No hay un grave problema en antropomorfizar el mundo, con la salvedad de que el mundo no es humano y no se rige por características humanas. En otras palabras, según creemos hoy, el universo no es antropomórfico y, por tanto, las explicaciones teleológicas del universo son disparatadas.
El origen de la visión teleológica del mundo
La teleología, como doctrina que explica el universo en términos de causalidad final o que le da a esta suficiente peso, no surgió por generación espontánea. A nuestro alrededor nos encontramos con un entorno en el que cada parte hace una contribución al todo. Por ejemplo, podemos imaginar un pastor de hace 2.500 años, que deja una oveja muerta en el monte y que esta es devorada por los buitres. Él ve que las ovejas le satisfacen a él y los buitres, que los buitres impiden la acumulación de cadáveres de ganado en el monte y abren a los cadáveres con sus poderoso picos permitiendo que otros animales puedan alimentarse, etc. O un agricultor, que ve que durante ciertas épocas del año hay más horas de luz y más calor, lo que hace que el trigo madure y él tenga alimento.
Esta visión del mundo y la mentalidad de la época fue lo que llevó a aquellas gentes, con Aristóteles a la cabeza, a atribuirle racionalidad instrumental al universo, en la medida en que a aquellas gentes les daba la impresión de que el funcionamiento del mundo que les rodeaba manifestaba racionalidad e inteligencia. Por supuesto, la idea de un universo en evolución, plantas y animales incluidos, no era entonces muy popular. Para la mentalidad antigua, el mundo siempre había sido como ellos se lo habían encontrado. Y en la Edad Media, el universo siempre había sido tal y como Dios lo creo y así se lo encontraron.
El lugar de la teleología
Ponernos teleológicos para explicar el mundo nos convertirá en personas anacrónicas y sonaremos ridículos (hace 500 años no). Esto no quiere decir que las explicaciones en términos de causas finales estén desterradas. Al contrario, han sido puestas en su lugar. Por ejemplo, tiene sentido hablar de estufas y sillones en estos términos. Y, del mismo modo, tiene sentido hablar de razas de perros en términos teleológicos. Lo que hoy en día no tiene sentido es explicar el mundo, el universo, la naturaleza o el todo en términos teleológicos.