Dios
Si Dios existe o no existe no se puede saber, la cuestión es si creemos o no creemos en El, porque creer le da fundamento y un propósito trascendente a la existencia.
En el universo que conocemos siempre hay algo, porque hasta en los espacios que creemos vacíos hay alguna forma de sustancia material y no la nada.
El hecho de no existir la nada significa que siempre hubo algo, o sea que el universo es eterno y que la vida y la muerte es un proceso en esa eternidad, porque vivimos un lapso de tiempo en un segmento de lo eterno.
La complejidad y racionalidad del mundo nos muestra que el fenómeno de la vida es un proceso inteligente necesario y perfecto, algo que podemos llamar Dios; y todo lo que podemos pensar existe.
Dios no se puede explicar porque somos seres limitados por la noción de espacio y tiempo que no puede concebir lo eterno, que es algo completamente distinto a esa condición. Pero hay otra forma de conocimiento que nos permite tener la intuición de Dios.
El mundo existe pero podría no existir si no tiene una causa que explique su existencia o sea una razón suficiente que lo fundamente; de modo que si Dios no existe el mundo tampoco existe.
El Universo no podría ser tan perfecto sin suponer no sólo una causa creadora sino también que es de naturaleza benigna y con poder organizador.
Si alguien encuentra un objeto hecho por el hombre enseguida se da cuenta que lo ha construido un humano y nunca pensará que surgió por generación espontánea. De la misma manera es imposible pensar que el universo no ha sido creado en forma inteligente por Alguien superior.
Sin embargo, ¿cómo se explica que la naturaleza pueda ser cruel y que en el mundo haya tanto sufrimiento? Los creyentes le atribuyen el mal al libre albedrío. Es el hombre el causante de tantos males.
Las pruebas de la existencia de Dios, ontológica, cosmológica y físico-teológica son las tradicionales de la filosofía, que no son válidas para un científico, por lo tanto Dios es una cuestión de fe.
Conocer a Dios sólo es posible por medio de la gracia o de la iluminación, que son estados alterados de conciencia en los que se puede manifestar simbólicamente en forma inmediata.
Pero a Dios también lo encontramos en la experiencia a través de los que llamamos milagros.
Dios parece responder los pedidos de sus creyentes y estar en todos lados, conocernos a cada uno de nosotros, estar pendiente de nuestras dificultades y responder a nuestras plegarias.
No existe nadie en el mundo que no haya hablado alguna vez de él, ya sea a favor o en contra, haciendo evidente que si merece un predicado también es un sujeto.
Dios es una esperanza y es la salvación, porque el que cree en El vivirá eternamente y el que no cree se enfrentará al absurdo de la muerte eterna.
El ateísmo también es una creencia, significa creer en que Dios no existe.
Decir Dios no existe es creer saber que no existe, afirmación negativa que también es indemostrable.
El agnóstico no es ni creyente ni no creyente, no se pronuncia porque dice no saber, ignorarlo porque es un tema oscuro y la vida es demasiado breve para develar ese gran misterio.
Por mi parte prefiero creer, porque creo que para el que cree Dios existe y para el que no cree Dios no existe, porque creo que todo en el universo es lo que pensamos.
Fuente:”Invitación a la Filosofía”, André Comte-Sponville, Paidós, 2007