Filosofía
Inicio Filosofía Griega Cosmología en Platón

Cosmología en Platón

Publicado por Christian

Platón siempre pensó que aquella ciencia verdadera sólo podía tener por objeto el mundo de las Ideas, por lo cual no se preocupó de este tema hasta el final de su vida, en el que escribe el Timeo, en la que utiliza expresiones míticas, suposiciones y conjeturas, utilizando -incluso- elementos tomados de Pitágoras y sus discípulos, Empédocles y otros autores más de la época.

Por este hecho, el Timeo podría ser considerado como una verdadera enciclopedia en aquel momento, cuya teoría de las Ideas sigue siendo la principal clave explicativa: comienza su parte cosmológica afirmando la distinción existente de los dos mundos, ese donde existe el ser eterno, que no nace jamás, que sólo es aprehendible por la inteligencia, y el ser que nace y que no existe nunca.

Se trataría, en resumidas cuentas, de una cosmología de concepción teleológica, en donde se considera que el fin es la causa principal que debe explicarlo todo; los dioses del Olimpo son sustituidos por una divinización del Cosmos; la existencia de un optimismo platónico (lo más bueno, bello, real) y una gran matematización.

Defiende que el Cosmos (entendido, eso sí, como el Mundo de las cosas), ha tenido que nacer, dado que «es visible y tangible, porque tiene cuerpo», y el cual ha sido engendrado por un «autor» o «padre» presuntamente divino (Demiurgo), causa inteligente y activa. El trabajo de este «creador divino» consistió, práctica y fundamentalmente en ordenar la materia de acuerdo con el Modelo eterno (el Mundo de las Ideas, al que también denomina en este diálogo con el nombre de «Viviente inteligible»), momento en el que también encontraremos un espacio vacío preexistente, y una masa material móvil y caótica.

Insiste Platón en que Demiurgo llevó a cabo la creación del mundo de la mejor forma posible, queriendo «que todas las cosas fueran buenas», obrando evidentemente con un fin concreto: explicación claramente teleológica que choca de frente con aquellos conceptos mecanicistas de los presocráticos. Asimismo, indica que el Cosmos «ha nacido como un Viviente visible que envuelve, que encierra a todos los vivientes visibles, dios sensible formado a la semejanza del dios inteligible, muy bueno, muy bello y muy perfecto…».

No obstante, y tras la descripción que Platón hace de él, no es posible ofrecer una descripción específica, clara y concreta con respecto a la formación misma de ese Cosmos,  aunque según este diálogo, conocemos que posee un alma que todo lo mueve y que, según diversos autores, podría relacionarse e identificarse con el cielo. En el centro está la Tierra, siguiéndola las esferas de los planetas, mientras que todo está rodeado por la esfera de las estrellas fijas. El movimiento del conjunto, basado en diversas proporciones numéricas y armonías musicales, se hace conforme a esa «imagen móvil de la eternidad inmóvil»: el Tiempo.

Finalmente, Platón hace una reinterpretación matemática de los cuerpos, haciendo corresponder el cubo con la tierra, el tetraedro con el fuego, el octaedro con el aire, el icosaedro con el agua.