Qué es la Bondad
La bondad es una actitud positiva y constructiva hacia los otros, hacia la naturaleza y hacia las cosas. Es la inclinación natural a hacer el bien; cualidad propia del carácter apacible y manso. Es un valor que se manifiesta en acciones y comportamientos que reflejan una consideración y respeto por los demás y por uno mismo.
Para Sócrates el bien es un estado del alma y su esencia la sabiduría. Sin embargo, el hombre no es puro intelecto, sino que además es un cuerpo, por lo tanto la vida buena debe ser mixta, ni demasiado espiritual ni solamente entregada a los placeres sensibles. En este sentido, la bondad se manifiesta en una vida equilibrada, en la que se valoran tanto los aspectos intelectuales como los físicos y emocionales.
Platón coincide con este concepto y agrega que hay que reconocer que este no es el único mundo ni el mejor. En su visión, la bondad no se limita a las acciones y comportamientos en este mundo, sino que también se extiende a la vida después de la muerte.
El secreto que guarda una vida de bondad lo da la perfecta proporción, o sea que la bondad es una forma de lo bello y armónico. La bondad, por lo tanto, no es solo una cuestión de hacer el bien, sino también de vivir de una manera que refleje equilibrio y armonía.
El hombre es bueno cuando es virtuoso y la virtud es conocimiento y prudencia. En este sentido, la bondad se relaciona con la capacidad de tomar decisiones sabias y prudentes, y de actuar de acuerdo con esas decisiones.
Platón no identifica al bien con el placer, porque cometer una injusticia es peor que padecerla, ya que empobrece el alma que es lo peor que le puede pasar al hombre; porque el placer debe estar subordinado al bien y la razón debe ser juez de los placeres que deberán estar al servicio de la salud, la armonía y el orden del alma y del cuerpo.
Para Kant, no hay nada que pueda tomarse sin restricción por bueno salvo la buena voluntad; porque todos los talentos del espíritu dependen del uso que la voluntad le da. La voluntad es la facultad de ánimo, y en ella reside la bondad o la maldad de las conductas, porque la voluntad es la fuente de la moralidad.
La voluntad buena, para Kant, es un fin en si mismo y se basa en el deber, la máxima y el respeto a la ley moral. La voluntad buena es la que conduce a acciones por deber y no sigue las inclinaciones. En la circunstancia en que las inclinaciones se oponen al deber se apreciaría la bondad de la acción.
La máxima es el principio subjetivo que rige nuestra conducta, son nuestros valores, y la evaluación moral de estos valores dependerá de su coincidencia con el principio moral objetivo. De modo que el valor de una acción moral depende de este principio y no de su propósito, debe ser “a priori” de las circunstancias.
La ley moral tiene que ser por lo tanto meramente formal, o sea universal. Este concepto de universalidad implica que la bondad no es una cuestión de circunstancias individuales o culturales, sino que es una norma que se aplica a todos los seres humanos, independientemente de su origen o situación.
Con referencia a la bondad en general, o sea al buen carácter, Aristóteles nos dice que todos tenemos la capacidad de ser buenos pero igualmente hay que desarrollarla con la práctica por medio de acciones objetivamente virtuosas, sin reflexionar sobre ellas ni elegirlas sino por la disposición habitual.
O sea que para Aristóteles, los actos virtuosos propios de la bondad es una cuestión de hábito que a la larga demostrará ser lo mejor. Este enfoque de la bondad como un hábito se refleja en la idea de que la bondad no es algo que se logra de la noche a la mañana, sino que se desarrolla a lo largo del tiempo a través de la práctica constante de acciones y comportamientos virtuosos.
Para Aristóteles, una acción buena se distingue por poseer un cierto orden o proporción y se encuentra en el centro entre dos extremos. Por ejemplo, el exceso de confianza será temeridad y el otro extremo sería la cobardía; en el centro estaría la virtud de la moderación.
Aristóteles dice que todos los elementos valiosos tienen un límite, que si se excede dejan de ser valiosos y se convierten en peligrosos. Este concepto de moderación es fundamental para entender la bondad, ya que sugiere que la bondad no es una cuestión de extremos, sino de encontrar un equilibrio entre diferentes valores y comportamientos.
Las acciones se dirigen hacia un fin y en el sistema de Aristóteles, para que sea una acción virtuosa hay que introducir la obligación moral. Este enfoque de la bondad como una obligación moral refleja la idea de que la bondad no es solo una cuestión de preferencias personales, sino que también implica una responsabilidad hacia los demás y hacia uno mismo.
Creo que hasta el peor de los mortales sabe cuando está actuando con bondad, cualquiera sea su objetivo, porque la bondad no nos aleja de nuestros propósitos, al contrario, puede elevar nuestro nivel de entendimiento y superarlos. Elegimos ser buenos cuando dejamos de creer que los demás son culpables de nuestros males.
La bondad, en este sentido, no es solo una cuestión de comportamiento, sino también de actitud. Ser bueno implica tener una actitud de respeto y consideración hacia los demás, y de responsabilidad hacia uno mismo. Es una elección que hacemos cada día, en cada decisión que tomamos y en cada acción que realizamos. Y aunque no siempre es fácil, es una elección que siempre vale la pena.